jueves, 16 de febrero de 2012

Recopilación twiteriana de María del Pilar Hurtado (post fallido)

En el día de hoy vengo a hablar de un tema tonto que vale la pena reseñar: la cuenta de twitter de María del Pilar Hurtado. Para quienes no sepan quien es esta distinguida dama, es necesario retroceder a los años del gobierno Uribe, cuando no era raro que el presidente mandara a colocar aparaticos con los cuales oír las conversaciones privadas de sus más altos enemigos. Ello lo hacía por medio del DAS (Departamento Administrativo de Seguridad) el cual…bueno empecemos por el principio. Un departamento administrativo, es una entidad de la presidencia de la República, que tiene el mismo rango de un ministerio, pero que (supuestamente) está encargado de funciones técnicas y no políticas (razón por la cual el director no sale como candidato presidencial como el ministro). El DAS, era un departamento administrativo, encargado de realizar labores de inteligencia y contrainteligencia, de control migratorio (como colombiano entrando al país, lo trataban a uno peor que los policías de Estados Unidos en pleno 9/11). Por tal razón, cuando los fiscales legalmente le pedían a los jueces “chuzar” a delincuentes, le pedían al DAS o a la policía que hicieran las labores necesarias para que se dieran esas escuchas. En todo caso, nuestro querido expresidente, embriagado por la droga del poder, decidió que sus opositores eran delincuentes y por tal razón, mandó sin orden judicial (los jueces según el presidente son enemigos suyos) a aquella entidad de su servicio a que hiciera interceptaciones telefónicas de sus enemigos políticos y los guardaran, como un Edgar Hoover criollo; o más bien como un Nixon.  

Eso apareció en la revista semana del 21 de febrero de 2009, un mes después de haberse destruido la mayoría del archivo. Si alguien quería saber cuáles eran las mozas del Magistrado X de la Corte Suprema ahí estaba; si alguien quería saber a quién extorsionaba x Magistrado de la Corte Suprema por una sentencia (ellos tampoco son unos santos) ahí estaba. Por tal razón se armó un escándalo de proporciones gigantescas en Colombia, que aunque no tumbó a Uribe, si lo tiene en este momento siendo juzgado por la Cámara de Representantes (su juez natural). El expresidente Uribe sigue empeñado en decir que esos fueron hechos aislados de delincuentes, que cual revista caras (es una revista de farándula para los no colombianos), simplemente querían saber las intimidades de las personas que estaban en lo alto del poder y que por cosas del azar, eran enemigos de Uribe. En fin.

El caso es que con aquel escándalo, luego de terminado el gobierno de Uribe, la nueva fiscal general de la Nación (en cabeza de una señora que no ha sido buena y hasta tiene muchos cuestionamientos porque el marido controla la fiscalía, pero que todos la tienen en un pedestal por simplemente perseguir los funcionarios de Uribe) mandó a perseguir a todos los implicados en aquellos hechos y María del Pilar Hurtado, la que había sido directora del DAS, cogió sus maletas y se fue a esconder a Panamá, donde el presidente de turno le dio asilo político, posiblemente por cumplir compromisos con Uribe. Desde ahí, organizaciones de derechos humanos, entidades del estado y muchos otros más han estado peleando para que esa señora la devuelvan esposada a Colombia y pague por lo que hizo.

¿Por qué se voló?¿Por qué no vuelve?¿por qué no quieren que vuelva? Sencillo. Porque con todo lo que sabe puede que hasta un expresidente termine sus últimos años en la cárcel. Lo que sabe es de tal envergadura que no solamente el legado de Uribe quedaría manchado, sino la carrera política y no política de un montón de gente en este país. Por eso el tema es tan espinoso.

En todo caso, ya analizada la situación entraremos a hacer una recopilación “twiteriana” de la señora Hurtado, la cual espero, no mande a chuzarme por prestarle atención a las tonterías que escribe (además que ahora google está a las órdenes del mejor postor de la información).
.
.
.
Este es un post fallido. Lo empecé a escribir el sábado y perdí las imágenes que iba a traer de esta señora diciendo en su perfil “Funcionaria de la República de Colombia exiliada en Panamá”, junto con la de los trinos, donde se pone a insultar a Daniel Samper Ospina antes de quedarse callada con la respuesta de él que decía: “listo, dígame eso, pero acá en Colombia”. También perdí las imágenes de los trinos donde insulta a la justicia de una manera estúpida, mal redactada y con horrores de ortografía que no se esperaban de una persona que tuvo un cargo de la jerarquía de un Ministro.

No se pudo. Borré las imágenes y hace poco que entré para tomarlas de nuevo, me encontré con que borró su cuenta de twitter; posiblemente porque le iban a quitar el asilo por andar emitiendo opiniones políticas por ese medio (eso está prohibido para una persona bajo asilo político) .    

Siento no poder traer a colación aquel epitome de torpeza política por mi torpeza en este computador. No hay más que decir. Nos vemos en otra ocasión.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Hay Festival 2012 Cartagena (parte 3)



La mañana del sábado me sorprendió solitario, en ropa interior y queriendo dormir más. La temperatura era de 27 grados aproximadamente y el sol quemaba las desprotegidas espaldas de los turistas que a esa hora disfrutaban las primeras olas del mar. Me levanté emitiendo baladronadas contra las asquerosas leyes de este país que nos obligan a nosotros, los colombianos, a pagar más que los extranjeros por viajar dentro de nuestro país; mientras pensaba en el que iba a ser el segundo (y último) día de Hay Festival para mí. Como no se me ocurrió un ritual previo a la primera conversación, acudí a la playa a realizar aquella actividad sin sentido de adentrarme un par de metros en el mar, para sentir los golpes de las olas en mi cuerpo.

Me vestí con mi pantaloneta de ir a piscina y salí del hotel con dirección al mar. Lo primero con lo que me encontré al pasar la calle y tocar los primeros granos de arena, fue con dos costeñas, que en un tono de confianza me ofrecieron “el masaje relajante, las trenzas”, y otros servicios; a los cuales respondí negativamente, antes de recibir el ofrecimiento de la pruebita, que como sabemos los que ya hemos ido varias veces a Cartagena, no es sino el ofrecimiento del servicio por un tiempo menor por el mismo precio (no es gratis, es mentira). Luego de las dos mujeres, me topé con otro trabajador de la playa, que me ofrecía un viaje en “banana”, moto acuática y deportes extremos. Para sacármelo de encima, le dije con tono inocente “mañana me monto”, sin mencionarle que al otro día viajaría de vuelta a la nevera.

En fin, luego de esquivar de todas las formas toda clase de comercio playero que sirven como único medio de trabajo a la población de bajos recursos en Cartagena, entré en el mar salado que con fuerte ímpetu, impulsaba litros de agua contra la arena de la orilla. No sé qué tiene aquella actividad de introducirse en una pequeña parte del mar para recibir sus fuertes olas que golpean la espalda del bañista, pero es una actividad que parece tonta, pero que con mucho gusto ejecutamos. En todo caso y para no demorarlos más con mis choco-aventuras; por andar medio sumergido en el mar, me cogió la tarde y me tocó salir corriendo a eso de las 11 al hotel, para bañarme, vestirme y salir para el Hotel Sofitel, donde era la siguiente conversación.


Cuarta charla: 200 años del nacimiento de Dickens: Andrew Davies en conversación con Peter Florence (Salón Santa Clara Hotel Sofitel)







El Hotel Sofitel tenía un buen número de personas en su interior cuando yo llegué. Habían tres filas que llevaban a tres destinos distintos: la primera al lugar donde se compraban los libros (bien caros que si los vendía la “Librería Nacional”), la segunda para obtener la firma de varios autores que estaban sentados al lado del stand de la venta de libros; y la tercera, para entrar a la conferencia en inglés sobre los 200 años de Dickens que era adonde me dirigía. Pedí los audífonos porque la verdad es que no soy la gran cosa en “listening” (bueno y en inglés en general) y entré a aquel ceremonioso auditorio, con una cabina para las traductoras, velas, parlantes marca BOSE y un número extenso de sillas que serían ocupadas en instantes.



El auditorio se llenó y los dos conversadores llegaron para hablar de Dickens, Austen, la adaptación de sus novelas al cine y la televisión, entre otros temas. Fue una conversación bastante agradable, donde hablaron de la labor del guionista de televisión, como es llevar una obra maestra de la literatura al formato audiovisual y en qué momentos el guionista pone de su creatividad para modificar (tanto en la forma del lenguaje utilizado como en el fondo) la obra, de manera que sea más fácil de digerir por el espectador. Me disculparan que sea tan corto y más teniendo en cuenta que hablé pura paja en los renglones anteriores a este acápite, pero de nuevo, mi  memoria me trae momentos de aquel evento y por tanto, no quiero caer en imprecisiones. Lo siento.

Quinta charla: Ideas para un mundo en transición: Carlos Fuentes, Javier Moreno (Diario El País), Juan Manuel Santos y Sergio Ramírez (escritor y exvicepresidente de Nicaragua) en conversación con Alejandro Santos (Teatro Adolfo Mejía)








Esta fue la conversación más esperada del día. Inicialmente el presidente Santos no estaba en la lista de invitados, pero como el expresidente de España Felipe González no pudo venir, sirvió de llanta de repuesto para el conversatorio. Sobre los momentos pre-conversación les cuento que la llegada de Santos que fue buena para los espectadores, ya que abrieron la puerta más temprano. Yo llegué aproximadamente media hora antes de empezar el evento y la fila era cortica (pueden constatarlo con las fotos de arriba). En el lugar habían unos anillos de seguridad donde: lo requisaban a uno, le preguntaban si era empleado público (de qué entidad era de paso) y le daban las gracias por las molestias.







 
Antes de entrar en materia sobre la conversación quiero tocar un tema que siempre mencionan luego de los Hay Festival. En la prensa siempre aparecen columnistas que dicen que este tipo de eventos “culturales”, son elitistas, pero la verdad, es que no son elitistas, sino sociales. Las fotos que les muestro lo dilucidan. Ahí vi entrar al presidente del partido conservador (que les apuesto no ha leído nada de Fuentes y si al caso conocerá los libros que leyó en el colegio), a la esposa de Santos, a la afamada ministra de educación (que debería estar haciendo cosas más productivas), al expresidente Betancourt; entre muchas otras figuras del jet-set criollo que en su mayoría, simplemente iban a tirárselas de cultos yendo a esta clase de eventos. La política y la sociedad de los cocteles se tomaron los espacios culturales, pero bueno, eso a nadie importa.





Vamos a lo importante. Fuentes y su grupo de conversadores entraron al auditorio con Alejandro Santos, bajo una ola gigantesca de aplausos. En su conversación hablaron sobre los indignados, los medios de comunicación, las relaciones de poder (por el ladito tocaron el tema de la literatura y el poder), las drogas (que fue el tema que más eco se le hizo en los medios de comunicación), entre otros que ahorita no me acuerdo. Sobre los conversadores, Fuentes y Ramírez fueron los más lúcidos y carismáticos de la plataforma. Javier Moreno fue sobrio pero contundente. Juan Manuel Santos…bueno, la verdad es que el tipo parecía como en campaña cuando exaltaba los logros de su gobierno, y en un coctel cuando hablaba del amigo del amigo y de la amistad con Fuentes (de quien fue alumno en Harvard).
El único punto negro de la conversación, fue que el público aplaudía cada que intervenía uno de los conversadores y…Juan Manuel Santos.







La conversación fue correcta y apenas terminó, salí corriendo a hacer fila para la firma de Fuentes. Los que estuvimos ahí, esperamos entre la incertidumbre, los rumores sobre que él no iba a venir, que el presidente Santos se lo iba a llevar inmediatamente, que estaba cansado, ect. Pero Fuentes llegó. Salió de la cortina roja de entrada al auditorio y se paró en la mesa predestinada para la firma de libros. Todo el mundo lo aplaudió apenas lo vieron aparecer, ya que el tipo cansado y todo, quiso hacerles este gesto a sus lectores (era el único que podía decir si firmaba o no libros).       

Sexta charla: Revistas, hombres y rock and roll: Daniel Samper Ospina y Dylan Jones en conversación con Rosie Boycott







Antes que todo, las personas que asistimos al conversatorio, esperabamos una conversación light, donde los conversadores se dedicaran a tocar temas lights sobre las revistas para hombres. En realidad no fue así ya que fue una conversación sumamente formal donde hablaron de las revistas dirigidas a hombres, la publicidad, y la censura que padecen las revistas por parte de los anunciantes; política, ventas…y otros temas que no tenían nada que ver con rock and roll. Como cosa rara en las conversaciones de Samper Ospina, en el momento de las preguntas salió un atarban, oscurantista y cristiano  preguntando por la “prostituta” que hizo las imágenes de la última cena. Ya se imaginaran la respuesta de Samper Ospina.
Como elemento que resaltó de la discusión (y que no sé por qué los medios no reseñaron) el señor Dylan Jones se la pasó insinuando que el producto de Colombia, siempre estaba diez años por detrás de lo inglés; razón por la cual, una chica colombiana le preguntó en inglés, directamente al señor Dylan, la razón de aquellos ataques contra lo colombiano. Dylan, sorprendido por la pregunta, se inhibió y dijo que lo habían malinterpretado; la chica le contrapreguntó que entonces qué opinaba y le dijo que fuera concreto, a lo cual se unió Daniel Samper (que también es otro prepotente) diciendo que había entendido la misma cosa y lo exhortó a que respondiera, razón por la cual, la moderadora terminó abruptamente la charla con un “Peace boys”. No sé porque no hubo debate, ni una nota alrededor de esto por parte de los medios, pero bueno…cosas del festival. 

Séptima charla: Jonathan Franzen en conversación con Juan Gabriel Vásquez


La mejor charla del día.








Franzen es uno de los escritores más reconocidos de Estados Unidos y en el momento en que hacía la fila, conocía poco o nada de su obra y en aquel momento, a duras penas sabía que había quedado finalista para el Pulitzer con “The Corrections” y había sido vanagloriado por el presidente Obama por su libro “Liberty”.
Llegué faltando media hora para iniciar la conversación. La fila era gigantesca y no me la creía, de que un autor estadounidense que no es tan conocido en Colombia fuera tan taquillero. En todo caso, me paré e hice una fila de cuarenta minutos para conocer a Jonathan Franzen en su conversación. Para abreviar, abrieron las puertas faltando 5 minutos para empezar la conversación y la gente entró casi corriendo a buscar silla. A mí, me tocó en el último piso mirando de frente la tarima donde estarían los dos conversadores.





Franzen y Vásquez empezaron hablando del gusto por los pájaros el escritor estadounidense, rememoraron algunas escenas de su periodo de escritura antes de “Las Correciones” (donde tuvo un matrimonio cayéndose a pedazos); del significado de escribir, de la parafernalia a la hora de escribir (Franzen decía que escribía en un computador sin internet para evitar las distracciones);  sobre la última novela de Franzen “Libertad”; hubo una crítica hacia el capitalismo; el tema político pasó por los micrófonos, entre otros; de los cuales destaco el tema del libro electrónico y de las series de televisión americana.

El tema del libro electrónico me parece que fue el malentendido más grande de la conversación. El hombre dijo que no tenía nada en contra del libro electrónico, que no le caía mal, pero que prefería un libro de papel por lo siguiente (discúlpenme las citas desordenadas):

“The technology I like is the American paperback edition of ‘Freedom,’”   (Prefiero la tecnología del libro de papel de “Libertad”)

My problem with e-book readers is that one minute I’m reading some trashy website, the next minute I’m reading Jane Austen – on the same screen (Mi inconformidad con los lectores de libros electrónicos, es que en un momento están leyendo alguna web basura, y al otro, están leyendo Jane Austen – en la misma pantalla!!)


“I can spill water on it and it would still work! So it's pretty good technology. And what’s more, it will work great 10 years from now. So no wonder the capitalists hate it. It’s a bad business model,” (Le puedo echar agua y sigue trabajando! Es una muy buena tecnología. Además, puede seguir funcionando igual de bien después de 10 años. Así que los capitalistas la odian. Es un mal modelo de negocios) [hablando del libro de papel].


“The Great Gatsby was last updated in 1924. You don’t need it to be refreshed, do you?" (El Gran Gatsby tuvo su última actualización en 1924. Los lectores no necesitan estar actualizándola, o sí?) [Aquella frase esta sacada de contexto en varios medios de comunicación, se las explico. Lo que pasa es que antes estaba diciendo que él, siempre que quería ver los resultados de los partidos de football (creo que era de football), no acudía al periódico en papel sino al virtual, porque los subían de una vez. Por ello salió con aquello de que no era necesario  actualizar las obras literarias y por tanto, la utilidad era distinta a la de los periodicos.]


“I think, for serious readers, a sense of permanence has always been part of the experience. Everything else in your life is fluid, but here is this text that doesn’t change.” (Pienso, que para los verdaderos lectores, aquel sentido de permanencia siempre ha sido parte de su experiencia. Todo en la vida cambia, pero este texto nunca lo hace.)





Por las anteriores declaraciones y muchas más, unos personajes salieron a decir que Franzen había dicho que los libros electrónicos eran malévolos, que los odiaba y otra serie de estolideces que no corresponden a la verdad; ya que simplemente expuso sus razones de por qué preferia los libros de papel.

En otra intervención menos polémica, comentó que su libro las correcciones iba a ser llevado a la televisión en forma de serie y de paso, hizo una crítica de cine, diciendo que prefería el mundo de las series más que el de las producciones cinematográficas, porque mientras al año, la mayoría de películas que salían era para un público de 12 años con ganas de ver escenas inocuas y estúpidas (cosa que estoy completamente de acuerdo); la televisión está sacando muchas producciones excelentes en ese mismo tiempo (Homeland, Boardwalk empire y Californication, por ejemplo).

En fin. Fue una agradable conversación, donde vimos a un hombre solitario, con  ideas políticas, literarias que me gustaron.

Colofón

Antes de terminar este escrito de tres partes sobre mis peripecias en Hay Festival 2012, pido disculpas por ser breve en mi narración de esta tercera parte. La razón es que inicié esto por contar aquellos momentos que viví en Cartagena y bueno, las ocupaciones no me han dejado tiempo para sentarme a escribir como quisiera (o como lo estaba haciendo).

De lo que vi puedo comentar lo siguiente. Hay Festival, solo es un festival dentro de los conversatorios. Cartagena no cambia, no hay ningún aire de misticismo ni cultura (como puede existir medianamente con el Festival de Teatro por ejemplo); es un evento capitalista producido por las corporaciones y editoriales con el ánimo de vender libros (sé que sonó un poco a conspiranoico, pero así es). Los autores caminan por los lugares, te firman libros, te sonríen; pero si no eres una persona con pinta de ser de la sociedad de los cocteles, no van a tener una conversación contigo (me di cuenta de esto con varios). Hay extranjeros y extranjeras (muy buenas) que van con el ánimo de conocer Cartagena, disfrutar del calor…ah e ir a los conversatorios, así que el turismo es el de siempre. Los libros, son carísimos, se suben mucho de precio y por eso no son fáciles de adquirir. Al respecto quisiera citar las declaraciones desafortunadas y absurdas del escritor Oscar Collazos: "Como la lectura de obras literarias, es un evento elitista que tiene, en algunos casos, ribetes de masas cuando se trata de grandes escritores de prestigio internacional. Aquí todo gira alrededor de los escritores y sus obras. Por supuesto que el pueblo y la clase media que paga 100.000 pesos por un concierto de Diomedes Díaz, no pagará 10.000 por una conferencia de Carlos Fuentes, Almudena Grandes o Salman Rushdie, por ejemplo. Ni siquiera se plantea la posibilidad de pagar por escuchar a un escritor que no ha leído, como tampoco se ha planteado la posibilidad de comprar por 40.000 pesos una buena novela después de pagar 200.000 por una botella de whisky". Ojalá al señor Collazos le recuerden que en Colombia no se toma whisky de 200.000 pesos (de pronto él que gana mucho dinero), sino aguardiente de 20 mil (la mitad de una novela). También, que se pueden conseguir novelas muchísimo más baratas en Argentina o en España y que en Colombia son carísimas, por lo que no son asequibles a todo el mundo. También sería bueno que el escritor Collazos se paseara por los hoteles de la heroica,  para que se enterara que los precios no están al alcance de “el pueblo y la clase media” y que cobran más a los colombianos que a los extranjeros.

La anterior declaración también me lleva a otro punto que toqué de manera light antes: el elitismo. Hay Festival, no es un evento elitista, ya que como dije anteriormente, estuve sentado al lado de Paulo Laserna y en otros eventos, de personas de la alta alcurnia, sin que me echaran como un perro. Lo que sí es, y no tengo ninguna duda de ello, es un evento social, donde el jet-set criollo va a tomarse la foto y a decir que son cultos por haber asistido a este evento. A modo de paréntesis, no sé qué dirá el citado escritor Collazos sobre las personas que no han leído obras literarias, pero van simplemente por hacer pantalla y comprar libros con la firma de los autores, que luego chicanean a sus amigos que si saben sobre el autor. Lo más posible es que no diga nada, porque con la comida, uno no se mete.

En fin. Con esto termina mi texto sobre el Hay Festival 2012 diciendo para finalizar, que me gustó y si hay buenos invitados y hay plata (requisito indispensable), posiblemente vuelva el próximo año.

lunes, 13 de febrero de 2012

Memento Mori - Jonathan Nolan

MEMENTO MORI
Por: Jonathan Nolan
Traducido por: Eladio Linacero



El cuento que inspiró la película "Memento" de Christopher Nolan.

Advertencias:
-Esta es una traducción mía y por tanto me tomé algunas libertades.
-Este texto puede tener fallos de redacción, razón por la cual les solicito que me los informen para corregirlos.
-Si cometí errores en la traducción de expresiones les pido el favor que me lo informen para corregirlos y de paso aprender de ellos.
-Si quieren tomar este texto para reproducirlo en otra página pueden hacerlo con mucho gusto. Solo les solicito que me den el reconocimiento y ya. Si quieren modificar este texto y hacer uno (posiblemente) mejor, también pueden hacerlo.

Les agradezco su atención en estas primeras líneas.
 

Tome el cuento y la nota inicial de la siguiente webComo siempre les recomiendo, si saben inglés, les recomiendo que se dirijan a la fuente oficial.

1

"What like a bullet can undeceive!"
—Herman Melville

Tu esposa siempre decía que ibas tarde para tu propio funeral. Recuerdas? Esa pequeña broma te la hacía constantemente porque eras un vago – siempre tarde, siempre olvidándote de las cosas, incluso desde antes del incidente.

En este instante probablemente te preguntes si eras tú el que se dirige tarde para el funeral de ella.

Estuviste ahí, puedes estar seguro de ello. Para eso es la foto que se encuentra clavada en la pared junto a la puerta. No es costumbre tomar fotos en un funeral, pero alguien, tus doctores (supongo) creyeron que no lo ibas a recordar. Ellos la dejaron ahí, grande y bonita, cerca de tu puerta, donde no pudieras evitar verla cada vez que te levantes.

Ves el chico de la foto, aquel con las flores? Ese eres tú. Y qué estás haciendo? Estas leyendo la lápida, intentando descifrar en qué funeral te encuentras; de la misma manera que ahora intentas entender por qué alguien colocó esa foto cerca a la puerta. ¿Por qué molestarse en leer algo que no recuerdas?

Ella se fue, se fue y se fue para bien, y tú, debes estar sintiendo un dolor horrible en este momento, mientras te enteras de esta mala noticia. Créeme. Sé cómo te sientes. Probablemente estás destrozado. Sin embargo dale cinco minutos o tal vez diez y quién sabe si hasta de pronto, puedas ir media hora antes de que lo olvides.

Pero lo vas a olvidar, te lo garantizo. Un par de minutos más y te dirigirás a la puerta buscándola otra vez cuando veas la foto. Cuantas veces tendrás que oír la noticia, antes de que una parte de tu cuerpo diferente de ese destrozado cerebro tuyo empiece a recordar?

La pena nunca termina ni tampoco la rabia. Es inútil si no sabes a dónde dirigirla. Posiblemente no puedas entender qué demonios está pasando. Te confieso que tampoco puedo entenderlo. Una amnesia retrograda. Eso es lo que dice el letrero. La enfermedad de NRM[1]. Tu suposición es tan buena como la mía.  

Lo más probable es que no entiendas qué te paso. No obstante lo anterior, sí puedes recordar que le ocurrió a ELLA ¿estoy en lo cierto? Los doctores no quieren hablar de eso. Ellos no quieren responder mis preguntas ya que creen que no está bien que un tipo en tu condición oiga sobre esas cosas. Sin embargo, ¿recuerdas lo suficiente, cierto? Recuerdas su rostro.

Esa es la razón por la que te escribo. Algo estúpida, supongo. No sé cuántas veces tendrás que leer esto antes de oírme. La verdad tampoco sé cuánto tiempo has estado encerrado en ese cuarto. Tú tampoco lo sabes. Pero tienes una ventaja al olvidar y es que olvidarás estimarte como un caso perdido.
Tarde o temprano vas a querer hacer algo con eso y va a ser en ese momento que confiaras en mí, porque soy el único que puede ayudarte.

2

Earl abre un ojo después del otro para ver un tramo del techo de tejas blancas, interrumpido por un letrero escrito a mano sobre su cabeza, que era lo suficientemente grande para que lo pudiera leer desde su cama.
El reloj despertador sonaba en algún lado. Earl leyó el cartel, parpadeó, lo leyó de nuevo, y luego miró alrededor de la habitación.

Era un cuarto blanco, abrumadoramente blanco, desde las paredes y cortinas, hasta los muebles y el cubrecama. El despertador seguía sonando desde la mesa blanca al lado de la ventana con cortinas blancas. Probablemente en ese punto, se percató que estaba encima de su cubrelecho blanco. Tenía puesta una bata y zapatillas.

Se recostó para leer de nuevo el letrero en el techo que decía con gigantescas mayúsculas ESTA ES TU HABITACIÓN. ESTA ES TU HABITACIÓN EN EL HOSPITAL. ES DÓNDE VIVES AHORA.

Earl se levantó para dar un vistazo alrededor suyo. La habitación era muy grande para ser la de un hospital—el linóleo vacío se extendía desde la cama hacia tres direcciones: dos puertas y una ventana. La vista desde esta no ayudaba mucho: unos árboles en un césped bien cuidado, que terminaban en una carretera de asfalto con dos carriles. Los arboles se encontraban pelados, lo que indicaba que la primavera estaba por empezar o terminaba el otoño.

Cada pulgada de la mesa estaba cubierta por post-it, documentos cuidadosamente impresos, manuales de psicología y fotografías enmarcadas. Encima de todas esas cosas, reposaba un crucigrama medio hecho. El despertador estaba sobre unos periódicos doblados. Earl apagó la alarma del despertador para tomar un cigarrillo del paquete que tenía en la manga de su camisa. Dio una palmadita en los bolsillos vacíos de su piyama en busca de un cerillo, revolvió los papeles de la mesa y revisó los cajones.

Eventualmente se encontró con una cajita de fósforos pegada en la pared al lado de la ventana. Otro letrero estaba encima de la caja y decía en grandes letras amarillas: ¿UN CIGARRILLO? MIRE LOS QUE ENCENDIÓ, IDIOTA.
Earl se rió del letrero, encendió su cigarrillo y tomó una chupada. Pegado en la ventana frente a él, estaba otro trozo de papel de libreta titulado como TU HORARIO.

En él, había una tabla con todo el día dividido en horas: de 10 de la noche a 8 de la mañana, “VUELVE A DORMIR”. Earl observó el reloj despertador para percatarse que eran las 8:15. Según la luz de afuera, debía ser de día. Miró su reloj: 10:30. Luego, lo acercó a su oído para escucharlo y ajustarlo con base en el reloj despertador.

De acuerdo con el horario, entre las 8 y las 8:30, era el momento de LAVARSE LOS DIENTES. Earl rió de nuevo y caminó al baño.

La ventana del baño estaba abierta. Cruzó los brazos por el frio y se percató de un cenicero con un cigarrillo quemándose en su ceniza. Frunció el ceño, apagó la colilla y la reemplazó con otra.

El cepillo de dientes estaba untado de crema. El grifo era de aquellos que tienen un botón, para que cada vez que fuera oprimido, botara agua. Earl estrujó el cepillo en su boca y lo movió en ella mientras abría el botiquín. Los estantes estaban repletos de vitaminas, aspirinas y antidiuréticos de un solo uso[2]. El enjuague bucal también era de un solo uso y contenía un líquido azul dentro de una botella de plástico cerrada que alcanzaba simplemente para llenar un vaso pequeño. Solo la crema de dientes era de tamaño normal. Earl escupió la pasta que tenía en la boca y la reemplazó con el enjuague bucal.  Luego, dejó el cepillo de dientes cerca a la crema y a continuación, se percató de un pequeño papel doblado entre el estante de vidrio y la parte trasera de metal del botiquín. Escupió el espumoso fluido azul en el fregadero y tomó más agua para botar los residuos. Después de aquel ritual, cerró el botiquín y sonrió ante su reflejo en el espejo.

“¿Quién necesita media hora para lavar sus dientes?”

El papel estaba doblado en un tamaño diminuto, por lo que parecía una nota de estudiante de sexto año de primaria. Earl lo desdobló y lo alisó con el espejo para leer el contenido del papelito:

SI PUEDES LEER TODAVÍA ESTO, ES PORQUE ERES UN ASQUEROSO COBARDE

Earl quedó estupefacto, observó nuevamente el papel y lo volvió a leer. Luego lo volteó y se percató que por detrás decía lo siguiente:

PD: DESPUÉS DE QUE HAYAS LEÍDO ESTO, ESCÓNDELO DE NUEVO.

Earl leyó de nuevo los dos lados y posteriormente dobló la nota al tamaño original para dejarla escondida tras el tubo de la crema de dientes.
Se fijó en ese momento en su cicatriz, que empezaba detrás de su áspera y gruesa oreja y desaparecía abruptamente donde nace su pelo. Earl se volteó y observó por el rabillo del ojo la trayectoria de su cicatriz; la siguió con la yema de un dedo antes de volver a mirar el cigarrillo quemándose en el cenicero. Un pensamiento entró en su mente, y después, salió del baño.

La puerta de su habitación atrajo su atención mientras tenía una mano en el pomo. Dos fotos estaban clavadas en la pared, cerca de la puerta. La atención de Earl se dirigió inicialmente a la resonancia magnética en la que se podía ver un pequeño marco negro y brillante, con el cráneo de alguien. La foto había sido marcada como TU CEREBRO. Earl la observó. Miró sus círculos concéntricos en diferentes colores. Diferenció las grandes órbitas de sus ojos y detrás de ellas, los lóbulos gemelos de su cerebro; pequeñas arrugas, círculos y semicírculos.  En la mitad de su cabeza estaba señalado con un marcador, como gusano en albaricoque, desde la parte de atrás de su cuello, algo diferente. Deformado, roto, pero exclusivo. Una mancha negra con forma de flor que reposaba en la mitad de su cerebro.

Earl se inclinó a mirar la otra foto. Era una fotografía de un hombre con flores, parado al lado de una tumba recién cavada. Estaba inclinado leyendo la lápida. Por un momento se miró como en un salón de espejos o al comienzo de un sketch infinito: Earl miró la foto una y otra vez, viendo al pequeño personaje que estaba en ella, inclinado y leyendo la lápida durante mucho tiempo. Luego empezó posiblemente a llorar o quizás miró el dibujo en silencio. Finalmente, volvió a su cama donde se acostó cerrando los ojos para intentar dormir.
El cigarrillo terminó de quemarse en el baño. El reloj despertador contó hasta diez y volvió a sonar de nuevo.

Earl abre un ojo después del otro para ver un tramo del techo de tejas blancas, interrumpido por un letrero escrito a mano sobre su cabeza, que era lo suficientemente grande para que lo pudiera leer desde su cama.

3

No podrás tener una vida normal nunca más. Debes saberlo. Como puedes tener una novia si no puedes recordar su nombre? No podrás tener niños, a menos que quieras que ellos crezcan con un padre que no los reconoce. Seguro que no podrás conseguir trabajo. No hay muchas profesiones que valoren el olvido, salvo posiblemente la prostitución o seguramente la política. 

No. Tu vida se acabó. Eres hombre muerto. La única cosa que los doctores desean hacer es enseñarte a que no seas una carga para los camilleros, y ellos probablemente no te dejen ir nunca a tu casa, donde sea que esté.

Así que la cuestión no es “ser o no ser”, porque no lo eres. La cuestión es si deseas hacer algo con aquello; si te interesa la venganza.

Para la mayoría de la gente sí. En pocas semanas, ellos planean, maquinan y toman medidas para realizar su objetivo. Pero el paso del tiempo es lo que se necesita para corroer ese impulso inicial. El tiempo roba; ¿no era lo que ellos decían? Y el tiempo eventualmente convence a la mayoría de ustedes que el perdón es una virtud. De manera conveniente, cobardía y perdón se ven igual desde una determinada distancia. El tiempo te arrebata tu coraje.

Si el tiempo y el miedo no son suficientes para disuadir a las personas de su venganza, siempre está la autoridad, quien moviendo suavemente su cabeza dirá: Nosotros lo entendemos, pero usted va a ser mejor persona si lo deja ir. Va a estar por encima de ellos. No se rebajará a su nivel. Y además dice la autoridad: si intentas algo estúpido, te encerraremos en una pequeña habitación.

Aunque ellos ya te encerraron en una pequeña habitación, ¿no? Solo que no te encerraron con llave ni te cuidan completamente porque eres un lisiado. Un cadáver. Un vegetal que probablemente no podrá recordar que tiene que comer o cagar si alguien no está ahí para recordarte.
Y el paso del tiempo…ya no te importa, ¿cierto? Siempre los mismos diez minutos, una y otra vez. Así que, ¿cómo puedes perdonar, si ni siquiera recuerdas olvidar?

Probablemente eres del tipo de los que dejan así, ¿no? Eso era antes. Pero ya no eres el hombre que solías ser. Ni siquiera la mitad. Eres una fracción; eres el hombre de los diez minutos.

Claro, la debilidad es mayor. Es el impulso principal. Probablemente prefieras estar sentado y llorando en tu cuartico. Vivir en tu finita colección de recuerdos, puliéndolos cuidadosamente uno tras otro. Media vida detrás de un vidrio, enclavijada en un cartón como si fuera una colección de bichos exóticos. ¿Prefieres vivir detrás del vidrio? Conservado en aspic.

Eso quisieras, pero no puedes, ¿cierto? No puedes por la última adición a tu colección. La última cosa que recuerdas. La cara de él, ese rostro y tu esposa, observándote y pidiéndote ayuda.

Y puede que ahí sea donde tú puedas retirarte cuando todo acabe. Tu pequeña colección. Ellos pueden encerrarte en otro cuarto pequeño y puedes vivir el resto de tu vida en el pasado. Pero únicamente si tienes un papelito en tu mano que diga que ya lo atrapaste.

Sabes que digo la verdad. Sabes que hay un montón de cosas por hacer. Parece imposible, pero estoy seguro que si cada uno cumple con su parte, algo se nos ocurrirá. Pero no tienes mucho tiempo. Tienes de hecho, solo diez minutos antes de que todo de empiece de nuevo. Así que haz algo con el tiempo que tienes.

4

Earl abrió sus ojos y parpadeó en la oscuridad mientras sonaba el despertador. Decía 3:20. La luz de la luna entraba por la ventana, indicando que debía ser muy temprano en la madrugada. Earl encendió con torpeza la lámpara, con un movimiento brusco y por poco la tira al suelo. Aquella luz incandescente se propagó por la habitación, coloreando de amarillo los muebles metálicos, las paredes, y también la frazada. Luego se acostó boca arriba para mirar encima las tejas –también amarillas— del techo, interrumpidas por un letrero escrito a mano. Earl leyó aquella inscripción dos, o quizás tres veces, antes de parpadear y mirar el cuarto alrededor suyo.

Era una habitación sin muchos muebles, probablemente institucional. Había un escritorio al lado de la ventana, el cual estaba casi vacío; con excepción de un despertador cuya alarma sonaba por todo el lugar. En aquel momento, Earl probablemente se percató de que estaba vestido y tenía hasta sus zapatos puestos debajo de las sabanas. Se levantó de su cama y se dirigió el escritorio. Nada de aquella habitación podría sugerir a cualquier observador, que alguien vivía, vive o vivió en aquel sitio, excepto aquellos curiosos recortes de cinta pegados en uno y otro lado de la pared. No hay fotos, no hay libros, nada. Por la ventana se puede ver una luna llena brillando sobre aquel césped pulcramente cuidado.        

Earl presionó el botón de apagar la alarma del despertador y luego miró fijamente las dos llaves pegadas con cinta que tenía en la parte trasera de su mano. Empezó a quitarse la cinta, mientras observaba los cajones vacíos. En el bolsillo izquierdo de su chaqueta descubrió un montón de títulos valores por valor de cien dólares, junto a una carta en sobre cerrado. Luego procedió a revisar el resto de la habitación y el baño donde solo había fragmentos de cinta, colillas de cigarrillo y nada más.

Earl jugó de manera distraída con el tejido de la cicatriz que había en su cuello mientras se devolvía para la cama. Se acostó boca arriba, para mirar de nuevo el techo y leer el letrero encima de él: SAL. SAL DE AHÍ AHORA MISMO. ESA GENTE ESTÁ TRATANDO DE MATARTE.

Earl cerró sus ojos.

5

¿Recuerdas cuando intentaron enseñarte a hacer listas en la escuela? Aquellos tiempos en que el reverso de tu mano era tu agenda del día. Si por alguna razón, aquellas asignaciones se iban con el agua de la ducha, simplemente no los hacías. No hay dirección, decían. No hay disciplina. Así que intentaron forzosamente que lo escribieras en un sitio en donde durara más.
Claro, tus profesores se orinarían de la risa si te vieran ahora, ya que te has convertido en el fruto exacto de sus lecciones sobre organización; ni siquiera puedes ir a mear sin consultar una de tus listas.

Ellos tenían razón. Las listas son las únicas capaces de sacarte de este lío.
Esta es la verdad: la gente, incluso la gente normal, no es más que una persona con una serie de atributos. No es tan simple. Todos estamos a merced del sistema límbico, de nubes de electricidad fluyendo por nuestro cerebro. Cada hombre está dividido en fracciones de veinticuatro horas, a las que le siguen otras veinticuatro horas y así sucesivamente. Es una pantomima cotidiana, un hombre tras otro cediendo el control: un backstage lleno de perdedores implorando por sus 5 minutos de fama. Cada semana, cada día. El hombre enfadado le cede la antorcha al malhumorado, este a su vez al adicto al sexo, al introvertido, al extrovertido, etc. Cada hombre es una turba, una larga cadena de idiotas.   

Esta es la tragedia de la vida: por solo unos pocos minutos de cada día, cada hombre se vuelve un genio. Son instantes de lucidez, de revelación, como quieras llamarlo. Las nubes se bifurcan, los planetas se alinean y todo empieza a ser obvio: Debo dejar de fumar, posiblemente; como puedo ganar rápidamente un millón de dólares, o cual es la llave eterna de la felicidad. Esta es la miserable verdad: por unos pocos instantes, los secretos del universo son expuestos a nosotros simples mortales. La vida es como el truco barato de un prestidigitador.

Pero entonces el genio, el erudito, tiene que pasar la antorcha al chico que sigue en la vía, quien seguramente es un pobre diablo que solo quiere comer una simple bolsa de papas y aquella inspiración, lucidez y salvación le es confiada a un imbécil, a un hedonista o a un simple narcoléptico.           
La única forma de salir de este enredo, obviamente, es tomar medidas para asegurarte que controlas a todos esos idiotas en los que te conviertes. Coger de la mano a cada uno de aquella cadena de idiotas y dirigirlos. La mejor forma de hacerlo es con una lista.

Es como una carta que te escribes a ti mismo. Un plan maestro, preparado por el chico que puede ver la luz, hecho con instrucciones sencillas para que el resto de idiotas comprendan; que puedan seguir los pasos desde el uno hasta el cien. Repítelo cuantas veces sea necesario.

Tu problema es un poquito más agudo, posiblemente, pero fundamentalmente es el mismo.

Es como aquel programa de computadora, “La Habitación China”, ¿lo recuerdas? Un chico se sienta en una pequeña habitación con unas cartas con letras en un lenguaje que no comprende, las cuales tiene que ordenar con la secuencia que otro le dictamina. Las cartas, una vez ordenadas, presuntamente forman un chiste en chino, pero el chico, por supuesto, no entiende el idioma. Solo sigue instrucciones.

Hay unas diferencias obvias con tu situación, claro: escapaste de la habitación en que te tenían, así que todo el programa debe ser portátil. Y el chico que da las instrucciones…bueno ese eres tú también, o al menos, una versión anterior de ti.

Y la broma que resulta al final… puede que sea graciosa[3], aunque no creo que los demás la encuentren cómica.

Esa es la idea. Todo lo que tienes que hacer es seguir tus instrucciones. Como al subir las escaleras o descender de las escalinatas. Un escalón a la vez, siguiendo la lista. Así de sencillo.

Y el secreto –obviamente—de cualquier lista es mantenerla en un lugar donde puedas verla.

6

ÉL PUEDE OIR EL ZUMBIDO por medio de sus pestañas. Insistentemente. Estira el brazo con dirección al reloj despertador, pero no puede apagarlo porque su brazo está inmóvil.

Earl abre sus ojos y ve a un grandulón inclinado sobre él. El hombre lo observa irritado, y continua con su trabajo. Earl observa alrededor de él: está muy oscuro para que sea la oficina de un doctor.

Es entonces cuando el dolor inunda su cerebro, bloqueando el resto de preguntas que tiene. Se retuerce de nuevo, jala salvajemente su antebrazo que le quema como si estuviera en llamas. El brazo no se mueve y el hombre vuelve a mirarlo de manera odiosa. Earl se acomoda en la silla para mirar por encima de la cabeza del hombre.

El ruido y el dolor provienen de una pistola que se encuentra el mano del hombre…un arma con una aguja donde debería haber un cañón. La aguja se clava en la parte inferior del antebrazo de Earl, en la carne viva, marcando unas letras con su paso.

Earl intenta acomodarse de nuevo intentando ver mejor las letras en su brazo, pero no puede. Por lo tanto, se recuesta y observa el techo.
Eventualmente el tatuador apaga el ruido; limpia con gasa el antebrazo de Earl y va a un cuarto donde saca un panfleto que describe qué se debe hacer en caso de posible infección. Después, posiblemente, le cuente a su esposa sobre el hombre y su pequeña nota. Posiblemente su esposa lo convenza de llamar a la policía.

Earl observa su brazo. Las letras brillan en su piel con un pequeño sangrado. Ellas salen desde la correíta de su reloj hasta el parte interior del codo. Earl parpadea luego de ver el mensaje y lo lee de nuevo. Este dice con pequeñas letras mayúsculas, YO VIOLÉ Y ASESINÉ TU ESPOSA.

7

Hoy es tu cumpleaños, así que te tengo un regalito. Desearía haberte comprado una cerveza, pero quien sabe dónde habría terminado.

Así que…te traje una campanita. Creo que empeñé tu reloj para comprarla, pero de todas formas, ¿para qué demonios te sirve un reloj?

Probablemente te estás preguntando, ¿por qué una campana? De hecho, estoy seguro que te lo vas a preguntar cada vez que la encuentres en tu bolsillo. Ya hay muchas palabras. Demasiadas para cada pregunta a la que quieres encontrarle su respuesta.

Bueno no, es una broma. Una broma pragmática. Pero piénsalo de esta manera: No estoy me estoy riendo de ti, sino contigo.

Me gustaría pensar que cada vez que tú metas tu mano en tu bolsillo para sacar la campanita, te preguntes ¿por qué tengo esta campanita? Y una parte de ti, una pequeña pieza de tu roto cerebro lo recuerde y te rías como yo lo hago ahora.

Además ya sabes la respuesta. Es algo que ya aprendiste. Así que si le echas cabeza, lo sabrás.

En tiempos remotos, la gente estaba obsesionada con el miedo a ser enterrada viva. Lo recuerdas? La ciencia médica no era una mínima parte de lo que es hoy, por lo que no era extraño que de un momento a otro, muchos desgraciados despertaran en un ataúd. Por tal razón los ricos tenían pequeños tubos de respiración en sus ataúdes, que partían desde su cajón y llegaban a estar por encima del barro; para que en el hipotético caso que alguno de ellos despertara bajo tierra, no se quedara sin respiración. Ahora bien, ellos probablemente probaron los tubos y se percataron que podían gritar a todo pulmón a través de ellos, pero eran muy estrechos para llevar el sonido. Por lo menos no el necesario para llamar la atención. Por tal razón incrustaron en los tubos, unas cuerdas atadas a campanitas que estarían en las lapidas. Si el muerto volvía a la vida, lo único que tenía que hacer era agitar la campanita hasta que alguien viniera y lo sacara de aquel agujero. 

Estoy riéndome ahora, mientras te imagino en un bus o probablemente en un restaurante de comidas rápidas, con tu mano introduciéndose en tu bolsillo y encontrándose con la campanita; mientras te preguntas de donde vino, por qué la tengo. Posiblemente la hagas sonar también.

Feliz cumpleaños, compañero.

No sé quién satanáces encontró una solución a nuestro problema, por lo que no sé si te debo felicitar o me debo felicitar a mí mismo. Lo admito, es un pequeño cambio en tu estilo de vida, pero sin embargo, es la solución más elegante.

Mírate y encontrarás la respuesta.

Eso suena como algo salido de una tarjeta de felicitación de esas que venden en las papelerías de los supermercados. No sé cómo se te ocurrió, pero me quito el sombrero ante ti. No es que entiendas de qué demonios ando hablando, pero honestamente, ha sido una idea genial. Después de todo, la gente necesita espejos para recordarse a sí misma quienes son. Tú no eres diferente.

8

LA VOCECITA MECÁNICA HIZO UNA PAUSA, antes de empezar a repetir las mismas palabras. Decía: “son las 8:00 am. Esta es una llamada de cortesía”. Earl abrió sus ojos y colocó el auricular en el lugar que correspondía. El teléfono reposaba en la cabecera de chapa barata que se extendía por detrás de la cama, pasaba por una esquina y terminaba en el minibar. La televisión estaba encendida, con imágenes color carne halagándose entre ellas. Earl se recostó y se sorprendió al verse tan viejo, bronceado y con el pelo alejándose de su rostro, como rayos de sol. El espejo en el techo estaba roto y el color plateado se desvanecía en los pliegues. Earl continuó observándose a sí mismo, estupefacto de lo que veía. Estaba vestido de los pies a la cabeza, pero su ropa era vieja y desgastada.

Earl tocó una zona familiar de su muñeca izquierda, donde ya no estaba su reloj. Dejo de mirar el espejo para centrarse en su brazo. Estaba desnudo y su piel tenía distinto bronceado, como si nunca hubiese tenido un reloj. El color era igual en toda su piel, con excepción de una flecha negra ubicada al interior de su muñeca, que señalaba la manga de su camisa. Observó la flecha por un instante y posiblemente dejó de frotársela para remangar su camisa. 

La flecha apuntaba a una frase tatuada alrededor de la parte interior de su brazo. Earl leyó la oración una o posiblemente dos veces. Otra flecha salía del principio de la frase y señalaba un poco más arriba del brazo de Earl y desaparecía con la manga. Desabotonó su camisa. 

Bajó su mirada a su pecho, pudo descifrar las formas, pero no pudo enfocarse en ellas, razón por la cual, miró al espejo sobre él.

La flecha iniciaba en el brazo de Earl, cruzaba su hombro y descendía por su torso superior; terminando en la imagén de la cara de un hombre que ocupaba la mayoría de su pecho. La cara era de un hombre alto, calvo, con bigote y barba. Era una cara particular, pero como en los retratos policiales, tenía cierta cualidad irreal.

El resto de su torso superior estaba cubierto por palabras, frases, partes de información e instrucciones, que estaban escritas al revés, pero que se veían al derecho en el espejo.

Luego de observar lo anterior, Earl se levantó, abotonó su camisa y se dirigió al escritorio; donde sacó un lapicero y un pedazo de papel de cuaderno en el que se dispuso a escribir.

9

No sé dónde estarás cuando leas esto. No estoy seguro si te importara leer esto. Supongo que no lo necesitas.

De verdad es una lástima que tú y yo nunca nos podamos conocer. Pero, como dice la canción “Con el tiempo, cuando leas esta nota, yo ya no estaré”.
Así somos de cercanos en este momento. Es lo que siento. Muchas piezas ya se han unido, se han dado a entender. Supongo que es cuestión de tiempo antes de que lo encuentres.

Quien sabe que habremos hecho para llegar ahí. Debe ser una historia infernal; si tan solo tú pudieras recordar algo de eso. Supongo que es mejor que no lo hagas.

Creo que me acabo de dar cuenta de algo, que probablemente encuentres útil.
Todo el mundo está esperando que El Fin de los días empiece, pero ¿qué pasaría si ya pasó al lado de nosotros? ¿Si la última broma del Día del Juicio hubiese ocurrido y nosotros no nos percatamos? El Apocalipsis llegó silenciosamente; los elegidos ya fueron enviados al cielo y el resto de nosotros, los que fallamos la prueba seguimos vagando, inconscientes de ello; muertos, errantes mucho después de que los dioses dejaron de prestarnos atención, optimistas sobre el futuro.

Pienso que si fuera cierto, da igual lo que hagas. No hay expectativas en ti. Si tú no puedes encontrarlo, no importa, porque nada importa. Y si tú lo encuentras, podrás matarlo sin temer por las consecuencias, porque no hay consecuencias.

Eso es lo que pienso ahora, en este miserable cuartico. En la pared hay fotos enmarcadas de barcos. ¿Dónde estamos? Yo no sé; pero si me preguntaras, creo que estamos en algún lugar de la costa. Si estas preguntándote porqué tu brazo izquierdo esta 5 veces más moreno que el derecho, no sé qué decirte. Supongo que hemos estado manejando mucho tiempo… y no, no sé qué le paso a tu reloj.

¿Todas esas llaves? ni idea. No reconozco ninguna. Llaves de autos, llaves de casas, y llavecitas para candados. ¿En qué mierda nos hemos estado metiendo?

Me pregunto si él se sentirá estúpido cuando lo encuentres, hallado por el hombre de los diez minutos. Asesinado por un vegetal.

Me iré en un instante. Dejaré el lapicero, cerraré los ojos y entonces podrás leer esto si quieres.

Solo quiero que sepas que estoy orgulloso de ti. Ya no hay personas importantes que queden para decírtelo. Las que quedan, tampoco querrán hacerlo

10

LOS OJOS DE EARL ESTABAN BIEN ABIERTOS, mirando a través de la ventana del auto. Sus ojos sonreían. Sonreían a través de la ventana en dirección a la muchedumbre que se reunía en el otro lado de la calle. Aquella turba aglomerada alrededor del cuerpo de la puerta. El cuerpo que se vaciaba lentamente a través de la acera en el desagüe de la tormenta.

Un chico gordito, en posición boca abajo y con los ojos abiertos. Era calvo y tenía barba. En la muerte, como en los retratos policiales, los rostros tienden a ser todos iguales. Pero este es definitivamente peculiar, aunque en realidad podría ser cualquiera.

Earl siguió riendo mientras observaba el abyecto cuerpo y el carro se alejaba del lugar. ¿El carro? ¿Quién lo dice? Puede ser un coche de policía o simplemente un taxi.

Mientras el auto se adentraba en el tráfico, los ojos de Earl brillaban bajo la oscuridad de la noche, observando las últimas imágenes del cuerpo, antes de que este desapareciera en el círculo de peatones preocupados que se aglomeraba a su alrededor. Reía mientras el vehículo proseguía con su ruta, alejándose de la muchedumbre.

La sonrisa de Earl empezó a esfumarse poco a poco. Algo le había ocurrido. Empezó de un momento a otro a buscar en sus bolsillos, de manera relajada inicialmente, como un hombre que busca sus llaves; pero luego mucho más desesperado. Posiblemente el par de esposas que estaban en las manos no le permitía buscar bien. Empezó a vaciar el contenido de sus bolsillos en el asiento. Algo de dinero, un montón de llaves, trozos de papel.

Un objeto de metal, salió disparado de su bolsillo y rodó a través del asiento. Earl se puso frenético. Se inclinó con dirección al plástico que lo separaba del conductor y le suplicó que le prestara un lapicero. Posiblemente el conductor del taxi no hablaba mucho inglés o posiblemente el policía no estaba acostumbrado a hablar con los sospechosos. Sea cual sea la razón, la barrera divisoria entre el hombre que conduce y el pasajero de atrás siguió cerrado y ningún lapicero fue a parar a sus manos.

El carro pasó sobre un bache y Earl parpadeó mientras observó su reflejo en el espejo retrovisor. Estaba calmado. El conductor pasó por otra curva y el objeto de metal se movió en dirección a su pierna mientras emitía un minúsculo sonido. Lo tomó para observarlo de manera curiosa. Era una campanita. Una campanita de metal. En ella estaba escrito su nombre y un compendio de fechas. Reconoció la primera: el año en que nació. La segunda no significa nada para él. Nada de nada.

Al mover la campanita entre sus manos, se percató que el espacio en su muñeca donde solía estar su reloj estaba vacío. Solo había una flecha apuntando a su brazo. Earl observó la flecha y empezó a remangarse su camisa.

11

“Vas a llegar tarde a tu propio funeral” te decía. ¿Recuerdas? Entre más lo pienso, más tonto lo veo. Qué clase de idiota, después de todo, tiene alguna especie de prisa por llegar al final de su propia historia?

Y además, ¿cómo puedo saber si voy tarde? Ya no tengo reloj. No sé qué hicimos con él.

De todas maneras, ¿para qué putas necesitas un reloj? Era una antigüedad. Peso muerto para tu muñeca. El símbolo del viejo tú, el que creía en el tiempo.

No. Tacha eso. No fue hace mucho que perdiste tu fe en el tiempo de la misma manera que el tiempo perdió la fe en ti. ¿Quién lo necesita? ¿Quién quiere ser uno de esos pobres diablos que viven en la seguridad del futuro, la seguridad del momento después del momento, en que sintieron algo fuerte? Viviendo en el momento siguiente, donde ellos no sienten nada. Arrastrándose por las manecillas del reloj, lejos de la gente que les hizo cosas innombrables. Creyendo la mentira de que aquel tiempo, curaría todas las heridas, que no es sino una forma eufemística de decir que el tiempo nos insensibiliza.
Pero eres diferente. Eres mucho más perfecto. El tiempo significa tres cosas para la mayoría de la gente, pero para ti, solo una. Una singularidad, un momento: Este momento. Eres como el centro del reloj, el eje donde se mueven las manecillas. El tiempo se mueve alrededor de ti, pero nunca te mueve a ti. Ha perdido la habilidad de afectarte. ¿Qué dicen ellos? ¿Que el tiempo es un ladrón? No para ti. Cierra tus ojos y podrás empezar una y otra vez. Evoca esa emoción necesaria tan fresca como las rosas.

El tiempo es un absurdo. Una abstracción. La única cosa que importa es el momento. Este preciso momento que se repite un millón de veces. Debes creerme. Si este momento se repite, si sigues intentando –porque tendrás que seguir intentando – finalmente podrás seguir con el siguiente punto de tu lista. 
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
[1] En inglés CRS disease, que quiere decir “Can't Remember Shit Disease” o sea, “no recuerdo una mierda”.
[2] Del inglés single –serving package.
[3] La frase en el original es “Got the punch line”. “Punch line es la parte final de un chiste con la que el humorista busca hacer reír. Como en español no hay un equivalente, eso fue lo mejor que pude hacer con aquella frase. 


Imagen tomada de: http://www.decine21.com/EstructurasBd/Peliculas/N2590/Imagenes/memento11.jpg


Licencia de Creative Commons
Traducción "Memento Mori" by Eladio Linacero is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en www.impulsenine.com.