martes, 17 de noviembre de 2015

Por qué detesto las cámaras - Epílogo a mi salida del Stade de France



Supongo que este es un mea culpa. una simple forma de apaciguar mi consciencia. Qué sé yo. Ayer un periodista me contactó por Facebook diciéndome que se había enterado de que yo había estado en el Stade de France el día de los atentados, y que querían entrevistarme para saber qué había pasado. La verdad es que en inicio lo estaba dudando, porque no confío de a mucho en los medios de comunicación, ni en los periodistas y no creo que tuviese mucho que decir al respecto. Pero me acordé que en días anteriores, había hablado con mi novia (libanesa) sobre los atentados en Beirut, de las señoras que trabajaron en la universidad donde obtuvo su título de economista, y que murieron por el estallido de aquel kamikaze del mismo grupo, que un día después, provocaría terror, muertes, tristeza en París. Pensé que aquella era una forma de decir al menos “existe Beirut y pasó por esto”, para que existiese un poco más de solidaridad desde Latinoamérica, para que viesen lo que pasaba en un país tan similar a Colombia, pero donde la violencia es una bomba de relojería a causa de las religiones que hay allá (les dejo un pequeño link para que sepan cómo está distribuido el mapa religioso) y del mal de geografía (tiene al lado a Siria e Israel).

¡Ah! Y aclaro de entrada. Me parece una estupidez decir que unos muertos valen más que otros. Me parece una tontería decir que hay doble moral en llorar las víctimas de un ataque y no las de otro. Me parece idiota andar quejándose de que nosotros ya teníamos violencia y otros no…no veo que vayamos a ningún lado con esto. En Siria, es verdad, hay víctimas de una guerra horrible que sólo deja cuerpos, lágrimas y huérfanos por doquier. Es cierto que Francia ha enviado aviones que han bombardeado en Siria en su lucha contra el grupo Estado Islámico que por cierto, llevaron a un enfrentamiento diplomático con Putin , quien insistía que en la lucha contra el EI, los estados tenían que darse de la mano con el gobierno de Siria. Pero el punto es que no estoy de ninguna manera de acuerdo con esa tonta discusión de que si nos duelen unos muertos, también  nos tienen que doler los otros. O que si decimos A, también tenemos que decir B. En un artículo de The Guardian, se señala que a veces se da más pantalla a una tragedia que otra, porque interesa y mueve más al grupo de personas a las que va dirigida. Infortunadamente en términos generales, en Colombia por lo menos, no nos identificamos mucho con el Líbano, a pesar de que sus gentes se mueven entre nosotros, a pesar de que tienen una descendencia importante en nuestro país con personas como Juan Gossain y Shakira—y personajes nefastos como el presidente Turbay Ayala—, y a pesar de que nos parecemos bastante en muchas cosas; porque hemos tomado distancia de ellos y bueno; probablemente si no fuera por el hecho de que mi novia es libanesa, no estaría parándole tantas bolas al tema. Eso no me hace ni mejor, ni peor persona. La solidaridad, pienso yo, es algo que uno puede sentir, ya sea porque uno se identifique con las personas que están allá, porque uno haya visto casos similares y le arruguen el corazón o qué sé yo. No podemos imponerle a nadie que sea solidario con tal o cual país, porque eso sencillamente va contra la libertad de esa persona. En sí, pienso yo, la solidaridad es un acto que sirve, pero no sirve para nada. Sobre todo si somos Colombianos. Probablemente podamos expresarle a un pueblo que estamos con ellos, pero no vamos a cambiar nada. Llámenme pesimista, pero en este momento creo que estamos en una guerra que sobrepasa cualquier cosa que nosotros podamos hacer. Que coloquemos la bandera de Francia o no, no va a cambiar los bombardeos o los ataques del EI. Tampoco que coloquemos la bandera del Líbano. Pero si alguien considera que es la mejor manera de enviar un aliento a un pueblo al otro lado del mar, pues está bien.

Además, déjenme agregar que noticias sobre Líbano sí hubo. Apenas mi novia me dijo que en su ciudad había ocurrido un ataque terrorista, inmediatamente coloqué la palabra “Beirut” en el buscador y me aparecieron un sinnúmero de páginas con la noticia en desarrollo. Incluso en su versión web, Le Monde comenzó a reseñar qué estaba pasando por esos lares. Entonces sí hubo difusión, pero no tanta como la de París porque por alguna razón los ciudadanos de otros lares no se interesaron tanto. Probablemente no estén muy relacionados con Beirut (ni sepan de la existencia de un país llamado Líbano). Probablemente hayan ido sus últimas vacaciones a París y esto los haya hecho sentir en medio del combate. Los medios le dan bombo a lo que venden. Ellos, a pesar de todo lo que digan, les importa es tener público, que los miren. Por eso es que en este momento, los periódicos colombianos están más pendientes del partido Colombia – Argentina, que de la situación actual en París.  Así funciona el mundo. Así ha sido desde hace un tiempo. 



Por eso es este mea culpa y mis golpes de pecho. Por no haberme sentado a pensar lo suficiente para llegar a estas conclusiones antes de decirle al periodista que sí, que aceptaba su entrevista, que aceptaba su reportaje que para más inri iba para televisión. Y déjenme que les diga una cosa sobre ese medio, todas las noticias son manipuladas. Los medios no manipulan las personas sino la información, ergo, si ellos toman un testimonio, lo cortan hasta que quede lo que les importe dependiendo del tiempo que tengan en pantalla, y los detalles que les interesen. Si hay una reunión de mandatarios en la ONU, ellos cortan los saludos protocolarios, las normas jurídicas citadas y dejan sólo las frases rimbombantes, polémicas; aquellas que pueden llamar la atención por parte de las gentes. Aquello que recibimos es lo que los medios nos quieren dejar. Y eso en principio no está mal.  Hay gente que no le gusta ver el partido de fútbol sino los goles. Hay gente que quiere saber qué pasó en una discusión sobre el salario mínimo y no se va a poner a ver toda la discusión entre representantes de Gobierno y sindicatos, sino va a lo que se pactó. Así son las cosas.
Ahora, el problema es que la entrevista la acepté pensando de forma idiota e inocente que me dejarían dar una opinión sobre la situación de los días siguientes al ataque (creyéndome yo quién sabe qué persona, a pesar que mis conocimientos de la situación son los de cualquier ciudadano), dejándome hablar al menos un minuto sobre la polarización que hay en este momento en el que si uno dice que Francia debe dejar los bombardeos porque hay riesgos gigantescos de que éstos afecten a la población civil, inmediatamente le caen a uno para pegarle (y lo invitan de forma grosera a irse a vivir a Irak, como me pasó con una venezolana); y si uno dice que Francia debería atacar, inmediatamente le caen también a uno a tildarlo hasta de asesino (como vi que le dijeron a alguien). Así está el ambiente de horrible y está siendo preferible no opinar sobre nada.

También pensé que podría decir al menos hubo un atentado en Líbano para que la gente que no estaba allá se enterase, teniendo en cuenta que un latino puede tener una novia libanesa que esté preocupada por su país, pero me olvidé que como se señaló en la película Hotel Rwanda, probablemente la gente que mire aquel canal simplemente dirá “oh qué tragedia” y seguirá masticando su comida, riéndose de algún detalle y continuando con su día. No cambiará nada que aparezca o no en televisión. La verdad es que en Latinoamérica tenemos suficientes problemas para pensar en los de los otros.

Pero ya no alargo más esta historia. Yendo al grano, lo que me molestó es que además de haber sido yo demasiado tonto al pensar en una idea demasiado tonta (que por más buenas intenciones, era simplemente eso, tonta), estuve toda la mañana en el Stade de France, caminando de un lado para otro mientras me grababan repitiendo las mismas  acciones (porque lo importante para el reportaje eran las imágenes), expulsando de mi boca lugares comunes (o mejor dicho, cosas que ya otros habían mencionado) y bueno, intentando hablar sobre hechos sin hablar sobre ellos. A eso me refería con la manipulación de la información. Además, el periodista me pidió que me parara y viera el estadio y lo vi…por unos diez minutos hasta que la persona tuvo su toma. Me dijo que viera mi teléfono como por 20 minutos hasta que tuviese su toma, e igual, lo hice esperando el momento para hablar. Después caminé como tonto en vueltas de adelante para atrás, adelante para atrás, hasta que tuvo su toma. Después de tanta parafernalia artificial, que parecía más una película que una “entrevista”, finalmente hablé, pero la primera toma no sirvió para nada porque hablaba muy “poco natural” (cuando me preguntaba que dónde estaba, respondía que “nosotros” estábamos arriba. Para el periodista es poco natural que alguien hablara en aquel plural, pero yo no podía dejar de verme con los amigos con los que había ido). Así siguió, diciéndome que no, que debería decir de tal modo y al final no sé cuáles palabras eran las mías y cuáles las suyas. Ya al final seguí porque a pesar de todo, esa persona era buena gente y pues me dije colaborémosle y miremos a ver si al final puedo colar algunas palabras sobre el asunto. Además seguí con aquellas coreografías realmente artificiales, en las que mostraba una y otra vez mi billete de entrada al estadio, como lo sacaba del bolsillo, como lo abría. ¡Una película! Al final yo no sabía ni para qué había ido. No sé si fui actor voluntario de alguna película, pero hacía todo lo posible para llegar a eso. Al final, las tomas terminaron por un costado por el cual no pasé nunca mi primera vez, al lado de unas flores que yo nunca dejé y que otros fotógrafos fotografiaban. Me pidieron que me acercara a las flores para una toma y después oí a la camarógrafa diciendo que la historia iba a ser la “víctima” volviendo al lugar de los hechos tres días después. Aquello me pareció inaudito, porque habían sido los periodistas quienes me habían dicho que fuese al estadio. La verdad si hubiese por mí no hubiera ido, por la simple razón que queda a una hora en auto de donde estaba. Pero bueno, de nuevo preguntas y respuestas (esta vez menos condicionadas), la toma de los mensajes de mi hermana.

Luego me fui, sintiéndome como usado, sucio. Tomé entonces el siguiente RER dirección París, me fui a la universidad y me quedé en la biblioteca, intentando leer sobre contratos a sabiendas que me perturbaba el hecho de que me sentía usado. Finalmente después de una hora en la biblioteca, me vi con mi novia y le dije “bueno, ahí intenté hacer algo pero terminé sintiéndome como usado. Sucio. Lo que me molestó es que además de haber sido yo demasiado tonto al pensar en una idea demasiado tonta (que por más buenas intenciones, era simplemente eso, tonta), estuve toda la mañana en el Stade de France, caminando de un lado para otro mientras me grababan repitiendo las mismas  acciones (porque lo importante para el reportaje eran las imágenes), expulsando de mi boca lugares comunes (o mejor dicho, cosas que ya otros habían mencionado) y bueno, intentando hablar sobre hechos sin hablar sobre ellos…”. Ella me oyó y al final me dijo “gracias, al menos lo intentaste y fue bonito de tu parte”. Ahí sonreí y pensé que valió la pena.

Además me dije que esto tenía que terminar en este blog, en el que he publicado muchas cosas con y sin importancia para mí (pero que me gusta rescatar). Y bueno, en esta ocasión lo hago porque prefiero que esa privacidad abierta sea compartida de igual forma, pero bajo mi control. En todo caso, así quisiese hablar de las polarizaciones en Francia, en lo mucho que me duele ver a París de esta forma, apagándose, perdiendo esa sensación de ser un lugar en el que se puede hacer de todo por la variedad de cosas por hacer (a pesar de los altos precios); de aquella noche en la que no sabía que pasaba, de la forma tan estúpida en que unos alemanes e ingleses se quisieron meter a un hotel muy cerca de las explosiones “para estar seguros”, de uno de esos ingleses en plan Carrie Mathison por un lugar lleno de policías; de mi pobre amigo marroquí siendo maltratado por un policía, de cómo tomamos el último tren de la noche después de una pelea con los europeos con los que habíamos llegado al estadio; de los mensajes de mi novia, familia y gentes con las que casi no me había hablado… creo que es mejor empezar a dejar eso de lado para intentar recuperar una vida cotidiana, y seguir pensando en el futuro.


O en el presente. Tengo exámenes la próxima semana y toca estudiar.

miércoles, 24 de junio de 2015

Triunfo lírico en Ginebra - Gabriel García Márquez (publicado en diciembre 1955)

Roma, noviembre

Hace pocas semanas se realizó en Ginebra el Concurso Internacional de Ejecución Musical. En su género, ése es el más importante certamen del mundo. A la competencia del canto lírico enviaron sus representantes casi todos los países de la tierra: 153 concursantes, de ambos lados de la cortina de hierro. Veinte de ellos clasificaron en la selección final, frente a un jurado compuesto por cinco expertos internacionales. Y entre los veinte finalistas estaba representada solamente una nación en Suramérica: la extensa, legendaria y deshabitada república de Colombia. En la eliminatoria final, el representante de esa república ocupó el octavo puesto, por su cuenta y riesgo. Porque el caso es que Colombia no sabía que estaba representada en Ginebra.

El hombre que cometió el abuso de representar a su país sin permiso de nadie, de glorificarlo frente a casi todos los países de la tierra y de gastarse en la empresa su propio dinero porque el ministerio de educación no tenía ni un centavo, se llama Rafael Ribero Silva y nació en San Gil, Santander, hace veintiocho años. Este tenor, a quien en adelante llamaré confianzudamente “Rafael”, porque sé que él no se pondrá bravo, es un hombre serio, y además de serio, soltero.  Desde hace seis meses se dejó crecer la barba, pero no para despistar a la policía, sino porque hace un año y medio se le cayeron las barbas postizas cuando interpretaba La Bohème.

Un tenor a domicilio

El triunfo de Ginebra, que fue un triunfo para Colombia, no fue, sin embargo, un triunfo en la carrera de Rafael. Fue un accidente, porque su maestro de canto lírico de Italia esperaba que ocupara el primer puesto.

Pero Rafael no se ha descorazonado. Lo pueden asegurar todos los habitantes del moderno barrio de Parioli, en Roma, que hace seis años no usan despertador. A las siete en punto, Rafael se levanta a hacer sus ejercicios de canto. Las notas se rompen como piedras contra los cristales de las ventanas y los vecinos saben entonces que es hora de levantarse. En otra parte se habría constituido una asociación de vecinos para tirar al tenor por la ventana. Pero en eso se diferencia Roma de las otras ciudades del mundo. Más que un teléfono blanco o un automóvil último modelo, para los romanos es un lujo tener un tenor de carne y hueso como un servicio a domicilio.

Defecto de familia

La costumbre de despertar vecinos no empezó con Rafael, el penúltimo de los cinco hijos de Rafael Ribero Barrera y doña Eva Silva de Ribero. Es un defecto de familia. A don Fabián Ribero, un tío suyo, lo asesinaron en San Gil, porque estaba muy cansado y no quiso cantar una serenata. Su padre, en cambio, no se cansaba nunca de cantar. Dicen que cuando cantaba bambucos y pasillos, acompañándose con el tiple en El Gallineral, despertaba con su voz a los que dormían en la plaza de San Gil, a un kilómetro de distancia. Don Rafael podía cantar toda la noche y a las seis de la mañana llegaba a la casa, se cambiaba de ropa y se iba a cantar a la iglesia.

En las fiestas familiares, el cuadro era completo. Entonces la acompañaba al piano doña Eva, su esposa, que además tenía la afición del teatro y la demostraba montando piezas sencillas en las funciones de beneficencia. Una de las actrices preferidas para ingenuos papeles infantiles era la graciosa y despierta Esperanza Gallón, la actual reina de la belleza de Colombia. De manera que Rafael encontró el ejemplo en su casa. En su padre, en su madre y el viejo y polvoriento gramófono de cilindro, donde aprendió la primera canción: La hija del penal. Era un tango triste, que las visitas tenían que tragarse a viva fuerza, embadurnado con dulce de guayaba.

Por qué no se caen los puentes

Cuando tenía diez años, Rafael vio un hombre que tocaba la flauta en un matrimonio. Cuando tenía veinte, lo mandaron a estudiar ingeniería a la Escuela de Minas de Medellín. Los dioses tutelares de la república, de que hablaba el doctor Alfonso López en sus discursos, dispusieron que ocurriera entonces una casualidad: Rafael volvió a encontrarse con el hombre que tocaba la flauta en los matrimonios. El hombre se llamaba Gil Díaz y es ése un nombre que debe recordarse con gratitud, porque a él se debe que no se estén cayendo los puentes en Colombia. De tanto trasnocharse los sábados y domingos con Gil Díaz, entonces director de la orquesta de La Voz de Antioquia, Rafael fue reprobado en la Escuela de Minas.

“Este niño es un caso perdido”, dijeron en su casa cuando regresó a Bucaramanga con una sola nota buena: la más alta nota de Granada, la conocida canción de Agustín Lara. Entonces don Alfonso Silva Silva, encargado de resolver el problema, decidió que el muchacho fuera contabilista. “Me perseguían los números”, dice Rafael, sin doble sentido, cuando se acuerda de aquella época sin perspectivas. Pero la contabilidad duró menos que la ingeniería.

Desesperado, don Alfonso Silva Silva mandó el sobrino donde el maestro Manuel Grajales, para que éste le demostrara que no servía para el canto. Pero el maestro Grajales disparó por la culata: opinó que Rafael debía ser mandado urgentemente a Milán, a que se educara la voz, pues tenía “el ciento por ciento de probabilidades de hacer una carrera brillante”. Frente a un diagnostico tan alarmante, no quedó más remedio: metieron a Rafael en un avión para que se fuera directamente a Milán. De eso hace seis años y todavía no ha llegado.

Cuento chino

“Me quedé en Roma, porque en el avión viajé con un árabe vestido de árabe”, dice Rafael, que siempre está buscando una manera de justificar su vieja costumbre de hacer lo que le da la gana. Y para justificarlo recurre a los argumentos más arbitrarios, como ese del árabe vestido de árabe, o del chino vestido de chino, con que viajó a Sassari, donde triunfó por primera vez; o el del escocés vestido de escocés, que encontró en el compartimiento del tren hace tres semanas, cuando iba para Ginebra.

Pero la verdad es que Rafael se quedó en Roma porque supo que aquí vive el mejor maestro de canto de Italia: el commendatore, conde Carlo Calcagni. Cuarenta y ocho horas después de llegar a Roma, Rafael fue donde el conde, y el conde le dio inmediatamente la lección más importante de su vida: le dijo que no sabía cantar, que la voz no le servía y que no podía admitirlo, porque no quería robarle la plata.

Pero Rafael insistió, y el conde resolvió admitirlo, “para ver si se puede hacer algo”. “Es la única equivocación que he tenido en mi vida”, dice ahora la anciana esposa del conde, condesa Beatrice Calcagni Soldini, confesando que fue ella, con su larga experiencia de soprano y de maestra, quien desahució a Rafael hace seis años.

El ejemplo del gallo

Pero quienes conocen a Rafael, quienes han seguido de cerca sus estudios piensan que el conde tenía razón. El suyo es un triunfo de la disciplina, del estudio metódico e infatigable de la vocación y de esa terquedad de santandereano cimarrón que no ha sido quebrantada por su larga permanencia en Europa. Durante seis años, Rafael se ha hecho a sí mismo, todos los días a las siete de la mañana, despertando a los vecinos. Le ha torcido el cuello a su instinto de alegre tocador de tiple, de intemperante serenatero, y ha aprendido a acostarse a las once de la noche, cuando no va a la ópera, ya sea a un palco o al escenario. Pero, para ser justos, Rafael le atribuye sus triunfos a otra cosa: al agua de manzanas, que bebe casi supersticiosamente antes de cantar. En Ginebra, cuando salió al escenario en la noche decisiva, Rafael sabía ya que no obtendría el primer puesto: en vez de agua de manzanas, le prepararon por un error de traducción, una taza de agua de duraznos.

Adivina, adivinador

En la actualidad, Rafael puede cantar, en cualquier momento, un programa de diez óperas, que conoce a fondo. Técnicamente sus estudios de canto han terminado, pero sigue visitando dos veces por semana a su maestro, con quien discute algunos problemas de matices. Sus estudios son ahora de otra índole: perfeccionamiento teatral, porque hace veinte meses, cuando interpretó a Tosca, en Cerdeña, alguien que sabía de eso le dijo que tenía dificultades para caminar en el escenario. Rafael inició el curso inmediatamente, a pesar de que el agente de la policía que lo esperó a la salida del teatro y le pidió el primer autógrafo de su vida, era de otro parecer. “Lei é un cannone —le dijo el agente—. Se lo dico io che me ne entendo molto”.

Cuando fue a Ginebra, hace tres semanas, ya sabía caminar en el escenario. Pero eso no le sirvió de nada, ni en favor ni en contra, porque los miembros del jurado no le vieron la cara. Ni siquiera conocieron su nombre. En efecto, como una garantía de imparcialidad absoluta, los concursantes son identificados con un número (Rafael fue el 120) y los miembros del jurado los escuchan detrás de un cancel. Cualquier sonido extraño emitido por un concursante y que pueda considerarse como una clave identificadora, lo inhabilita para continuar la competencia.  Rafael, para cantar con más comodidad y descargar el sistema nervioso, se presentó siempre en mangas de camisa. Pero muchos se presentaron de frac, a pesar de que estaban seguros de que nadie los estaba viendo. Era cuestión de principios

¿Qué es lo importante?

La primera vez que Rafael cantó en público, profesionalmente, estuvo a punto de dar al traste con su carrera. Tenía que interpretar a Rodolfo, en La Bohème, y en el momento de vestirse en el camerino descubrió que había olvidado la camisa. En diez minutos, a bordo de un viejo automóvil a través del enloquecido tránsito de Roma, se trasladó desde el Teatro dei Satiri al barrio Parioli, y alcanzó a estar a tiempo en escena sin que el director de la compañía se diera cuenta del incidente, y sin que el director del tránsito romano se diera cuenta de que se había saltado dos semáforos en rojo. Su actuación en esa noche le valió el primer contrato: con la compañía  de ópera Città di Roma, en la cual interpretó a Pinkerton, de Madame Butterfly. Posteriormente fue intérprete de Lucía, de Donizetti, en el Instituto de Cultura Hispánica, en el Teatro Calderón y en Radio Nacional, de Madrid. Ha dado conciertos de música clásica, de cámara y de concierto en el Victoria Hall, de Ginebra y en Estrasburgo.

“No tiene nada de raro que, por añadidura, el arte me resulte un buen negocio”, dice Rafael, haciendo cuentas. Y eso debe ser para él, en realidad, una sorpresa, pues es un hombre un poco despistado en el mecanismo de la vida práctica. Cree en el arte por el arte y en  el efecto que puede causar en una mujer un ramo de quince rosas. Quienes lo conocemos un poco, sabemos que llegará quizá hasta donde él mismo no se lo imagina. Y sabemos que siempre saldrá de los apuros más dramáticos repitiendo una frase que aprendió en San Gil, que no ha olvidado nunca, y que es la llave maestra que le ha abierto muchas puertas. Cuando otro hombre de voluntad menos firme se hubiera derrumbado, Rafael ha empujado hacia adelante, apretando los puños y diciendo esa frase: “Lo importante es no atortolarse”.

jueves, 4 de junio de 2015

Los felinos del canciller - R.H. Moreno Durán

Hoy vuelvo con otro buen libro descatalogado de la literatura colombiana. Me tocó ir a buscarlo en el deposito de la Luis Angel Arango porque en ninguna librería (ni de segunda) se consigue. Espero lo disfruten.


miércoles, 3 de junio de 2015

El gran Burundún Burundá ha muerto - Jorge Zalamea

Hoy les comparto este libro, descatalogado desde hace muchísimos años de las librerías, pero que aún se menciona como una de las obras notables de la literatura colombiana. Espero les agrade.


Anotación sobre los personaje de Dostoievski - Kafka

Nota del diario de Kafka del 20 de diciembre de 1915

Objeción de Max a Dostoievski, porque hace aparecer en sus obras demasiados enfermos mentales. Completamente equivocada. No son enfermos mentales. Los signos morbosos no son otra cosa que un recurso de caracterización, que resulta además muy delicado y productivo. Por ejemplo, basta con servirse de la mayor insistencia para decir de una persona que es idiota y simple, y dicha persona, si lleva en su interior un núcleo dostoievskiano, se verá literalmente espoleada a dar de sí todo lo que pueda. En ese aspecto, sus caracterizaciones tienen, por así decirlo, la significación de los insultos entre amigos. Cuando el uno le dice al otro "eres imbécil", no opina que el otro sea realmente un imbécil y que su amistad constituye una deshonra, sino que en sus palabras, si no se trata de una simple broma —e incluso entonces—, hay una mezcla infinita de intenciones. Así, por ejemplo, el padre de los Karamazov no es modo alguno un necio, sino un hombre muy inteligente, casi al mismo nivel de Iván, aunque se trata sin duda de un mal hombre, y en cualquier caso es mucho más listo, por ejemplo, que su primo, con quien el autor no se mete, o su sobrino el terrateniente, que se siente tan superior a él.

viernes, 29 de mayo de 2015

La muerte de la WCW (1) - Introducción

Hace ya varios años, di con un libro en inglés llamado La muerte de WCW de R.D. Reynolds y Bryan Alvarez. En aquel entonces quise traducirlo porque no había ninguna versión en español y escribí algunos capítulos en español. Para no dejar que se queden ahí dormidos en un archivo de word. Sólo me queda por decir que si existe alguna violación al derecho de autor, les agradezco se me informe para borrar el texto y que cualquier error me lo hagan saber para corregirlo. Gracias.

Sólo recuerdo que esta es una traducción amateur y puede contener errores. Así que si tienen sugerencias para mejorar tal o tal cosa, las pueden dejar en la caja de comentarios que con gusto las revisaré. En todo caso lo de siempre, si quieren leer una mejor versión vayan a la original. Esta es sólo una tentativa por acercar al público no angloparlante a este muy buen libro. Además, el texto que se utiliza para esta traducción es la primera edición.

INTRODUCCIÓN

Aquí miente World Championship Wrestling 1988-2003

¡World Championship Wrestling no debía morir!

Cualquier persona con sentido común sabe que es verdad. Cuando la compañía empezó a tener su apogeo en 1997 todo indicaba que estaba destinada a florecer y a prosperar. La empresa tuvo varias ventajas injustas, lo que mostraba que no solo querían continuar expandiendo sus utilidades, sino que querían eventualmente volver polvo cada una de las otras compañías de wrestling del país.

¿Por qué no pudo?

O mejor, ¿cómo no lo lograron?

La compañía tuvo los mejores talentos individuales que el mundo del wrestling ha conocido: los dos hombres que definieron el wrestling profesional en los años 80 Hulk Hogan y Ric Flair, quienes hicieron su hogar en WCW. Los más populares wrestlers de los 90s, incluyendo a Sting y Bret Hart, quienes compitieron en los rings de WCW; al igual que Kevin Nash y Scott Hall, los cuales revolucionaron el negocio como los Outsiders y poco después formaron el núcleo de la infame New World Order. La compañía tuvo los más talentosos in-ring workers: como Chris Benoit, Eddy Guerrero y Dean Malenko;  al igual que los más grandes high-flyers del mundo (Juventud Guerrera, Rey Mysterio jr) entre otros. Si lo anterior no es suficiente, la WCW contrató al hombre que pudo liderar la industria en el siguiente milenio, quien congregaba miles de fans en diferentes arenas para ser visto: Bill Goldberg. Semejante roster de talento no había sido visto en una empresa single pro-wrestling antes.

Cuando su buque insignia WCW Monday Night Nitro fue creado, muchos fans viejos regresaron para ver las estrellas con las que crecieron, creando la mayor audiencia de wrestling que la industria de la televisión por cable había visto jamás. WCW estuvo en un lugar que ninguna otra compañía tuvo desde que Vince Mcmahon tomó la World Wrestling Federation nacional a mediados de los años 80 con el ánimo de acabar con toda la competencia. Muchos wrestlers estuvieron impacientes de irse de sus respectivas compañías para entrar en la WCW, no sólo para incrementar sus salarios, sino también por el miedo de que la WWF dejara de existir. De alguna forma, estaban mirando cómo sobrevivir.

WCW fue más allá. Nitro sobrepasó no sólo a Raw en los ratings, sino a otros programas en la televisión. Ellos no eran únicamente el show de wrestling número uno, sino también el programa más visto de la televisión por cable. Cada semana Nitro presentaba 3 horas de acción en vivo con storylines de punta, luchas emocionantes y una producción que el mundo del wrestling no había visto antes. Además, la WCW tenía uno de los tours con más utilidades en el país, ya que los fans no sólo iban a las arenas para ver los nitros en vivo, sino también para ver los megashows del mes. Los que no podían ir al show en vivo ordenaban el pay-per-view, gastando más de 30 dólares al mes para ver los eventos especiales. Y no olvidemos la gran cantidad de mercancía vendida, desde camisetas, posters y revistas, hasta ositos teddys en versión luchador; todo con el logo de la WCW.

Lo anterior, le dio dinero a la compañía, la cual llegó a tener ganancias de más de 55 millones de dólares en un solo año.

Ahora retomemos otra vez, para dejar constancia de por qué la WCW no debía morir.

En efecto, no sólo la WCW no debió desaparecer de la faz de la tierra, sino que haber pensado en su fracaso era realmente absurdo.

¿Cómo fue posible que esta compañía tuviera el mismo destino del dodo? Los fanáticos de la WCW decían—inexactamente, pero ese no es el punto—que ésta debió haber durado como cien años. ¡¡¡Cien años!!! No sólo debió haber durado más que cualquier empresa de wrestling, sino que incluso, ellos insistían que debió haber durado más que cualquier otra forma de entretenimiento. Debió haber durado tanto como la televisión, el cine o la Liga Nacional de Fútbol Americano.  Por dios, la WCW no era sólo una empresa de wrestling, ¡sino era una institución americana!

Era impresionante como la compañía pudo simbolizar el volver a las raíces, “casi a los días de Abraham Lincoln”, pero más impresionante aún, es el hecho de que tenía como dueño al más grande magnate de los medios de comunicación en todo el universo: Ted Turner, la verdadera razón del porqué la empresa no podía ni debió haber muerto; simplemente porque tenía mucho maldito dinero detrás de ella. Turner obtuvo la compañía a finales de los años 80 como un juguete, como un hobby y a decir verdad, no estaba preocupado de si llegaba a ganar un centavo. Nada perdía, puesto que para él, todas las pérdidas eran como quitarle un pelo a un gato y nada cambiaría esto.  Pero desde que el wrestling tuvo como elemento clave las cadenas de Turner o mejor, desde el lanzamiento de Superstation, ellos se encargaron de mantenerla, sin importar lo que fuera.

De esta manera, ellos tenían sus shows al aire en sus canales TBS y TNT en las horas prime de los lunes, miércoles, sábados  y domingos en la noche. Piensen acerca de esto: en cualquier semana, la mayoría de las veces, WCW era presentada en el prime time de una de las cadenas de Turner.  Si hubiese sido necesario un espacio de tiempo vacante para un nuevo show, o quizá un empleo bimestral especial, el tío Ted solo necesitaría realizar una llamada. Pero volviendo al poder de las cadenas de Turner, la promoción de los eventos PPV no era menos que grandiosa.

¿Quién en la tierra se podía imaginar que la World Championship Wrestling moriría?

Después de todo, si la compañía debía a morir, pudo haberlo hecho años antes de llegar a su cumbre.  WCW pudo haber muerto en 1993, cuando perdió 6 millones de dólares filmando carísimos videos publicitarios de los que se destaca el de los botes explosivos y los enanos de un ojo. Debió morir cuando un supuesto “cowboy” racista fue campeón e intento crear un tag team de esclavos que comprendía a dos negros; enfadando al Hall of Fame y a Hank Aaron en el proceso. También pudo haber muerto cuando perdió a su mejor talento Ric Flair.

Pudo haber muerto y quizá debió morir, pero no lo hizo.

World Championship Wrestling nunca murió. Se burlaron en la cara de la muerte y siguieron riéndose al ganar más dinero en 1997—como 50 millones—en comparación al que habían perdido en años anteriores. WCW no estaba muriendo; estaba creciendo y expandiéndose, convirtiéndose en la compañía de wrestling que nadie podía enfrentar. WCW estaba siendo el punto de referencia del éxito en la industria del wrestling. Los fans lo sabían, los luchadores lo sabían y hasta WWF y Vince Mcmahon lo sabían. La WCW era exitosa, por lo que los estúpidos errores que realizaron, no tendrían importancia al lado de las utilidades entrantes. Los ratings que llegaban los martes en la mañana justificaban cualquier cosa junto a los increíbles buy rates[1]  y el público en vivo.

Sí, la WCW estaba en la cima y supo cómo estar ahí, pero nunca cambió nada.

Después de todo, ¿por qué hacer relevo para que los nuevos talentos estuviesen en los primeros puestos? Las estrellas habían estado en la cumbre por años —los Hogan, los Nashes y otros— y siguieron siendo estrellas por años, por lo que nunca fueron bajados de su pedestal. Claro, los otros eran jóvenes y —dudosamente— los más talentosos del roster, pero ellos ciertamente no vendían. 

Los fans no podían comprar a estos chicos como main-eventers; ya que después de todo, esos wrestlers nunca habían tenido una posición importante antes y nadie sabía si ellos podían soportar la presión. Por otra parte, Hogan y Nash fueron las estrellas a los ojos de los fans. Si alguno intentaba convencer a los directivos de la WCW de otra cosa, estos dos luchadores estarían más que felices de ir a explicarles cual fue su rol cuando transformaron la compañía en la número uno del planeta.

Pregunta: ¿Por qué arreglar lo que no estaba dañado?

Respuesta: Porque aunque no estaba dañado, estaba deteriorado.

Casi tan rápido como crecieron, los ratings se estancaron. De la misma forma que la base de fans de WCW empezó a llegar en números record, se paralizaron los ratings, es decir, de forma estrepitosa.
La audiencia se cansó de ver el mismo viejo contra el mismo viejo y la gente votó con su control remoto. No sólo los ratings colapsaron, los buy-rates de los ppv importantes también bajaron y poco a poco cayeron al fondo del abismo.

Los luchadores que supuestamente llevaron a la compañía a su apogeo, empezaron a formar riñas tras vestidores, eligiendo la vanidad, como ladrones en la noche, antes que cargar con cualquier culpa por los fracasos (tal y como cualquier otro parcialmente haría).

Incontables millones fueron gastados en arreglos rápidos que no hicieron más que alejar a los fans. Regímenes cambiaban en backstage. Nuevos escritores fueron traídos. Nuevos sets eran construidos. Nuevos PPV fueron creados. Bandas de Rock and roll eran traídas para mini-conciertos.

Nada hacía una maldita diferencia. Todos esos arreglos cortoplacistas valieron tanto como colocarle una venda a un tumor cancerígeno.

¿World Wrestling Championship se suponía que no debía morir?

Es cierto.




[1] Es el porcentaje de suscriptores que pagan por ver un programa de pague por ver (PPV).

jueves, 28 de mayo de 2015

Pequeña nota de Kafka sobre la dificultad de escribir

Nota en el diario del 29 de diciembre de 1911

Las dificultades para terminar aunque sea un breve ensayo no radican en el hecho de que nuestro sentimiento, para la terminación del trabajo, requiere un fuego que el contenido real de lo anteriormente escrito no ha sido capaz de suscitar por sí mismo, sino que dichas dificultades se deben más bien a que el más insignificante ensayo exige que el autor esté satisfecho de sí mismo y se pierda en su interior; sin estas condiciones es difícil penetrar en la atmósfera del día cotidiano si no hay una enérgica resolución y un acicate exterior, de suerte que, antes de haber concluido el ensayo y de podernos retirar tranquilos ,nos lanzamos fuera de él y desde fuera tenemos que completar el final, con unas manos que no sólo deben trabajar, sino también sostenerse a sí mismas.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Kafka sobre literatura



Una de las grandes preocupaciones de Kafka fue obviamente la literatura. Aquí les comparto uno de los escritos de su diario al respecto.


Entrada del diario de Kafka de 25 de diciembre de 1911

Lo que a través de Löwy, descubro de la literatura judía contemporánea, y lo que descubro en parte con mi propia experiencia de la actual literatura checa, indica que muchas ventajas del trabajo literario —el movimiento de los espíritus, la cohesión unitaria de la conciencia nacional, a menudo inactiva en la vida pública y siempre en dispersión, el orgullo y el sostén que recibe la nación a través de una literatura, para ella misma y ante el ambiente hostil, la actividad de llevar un dietario de una nación, que es algo distinto a la historiografía y que tiene como consecuencia una evolución más rápida y no obstante controlada en sus diversas facetas, la espiritualización detallada de la superficializada vida pública, la integración de elementos insatisfechos, que inmediatamente son útiles cuando el mal sólo puede venir por desidia, la organización del pueblo en todo el conjunto, que se crea con la circulación de publicaciones periódicas, el hecho de localizar la atención de la nación en su propio círculo y de recibir lo extranjero sólo por reflejo, la aparición del respeto hacia las personas que se dedican a la actividad literaria, el transitorio despertar, que no dejará de tener repercusiones, de unas aspiraciones más elevadas entre las nuevas generaciones, la inclusión de acontecimientos literarios en las inquietudes políticas, el ennoblecimiento y la posibilidad de debate de la oposición entre padres e hijos, el planteamiento de los defectos nacionales de un modo sin duda especialmente doloroso, pero liberador y digno de perdón, la formación de un comercio del libro que sea vivo, y por ello consciente de sí mismo, y el ansia de poseer libros—todos estos defectos pueden provocarse ya por medio de una literatura que no se desarrolle realmente con una amplitud excesiva, pero que lo parezca a causa de la falta de talentos de significación. La vitalidad de tal literatura es incluso mayor que la de una literatura rica en talentos, ya que, como en este caso no hay escritores ante cuyas aptitudes tengan que callarse al menos la mayoría de los escépticos, la polémica literaria adquiere en su máxima medida una verdadera justificación.

De ahí que la literatura sin rupturas provocadas por el talento tampoco posea lagunas por donde se abra paso la indiferencia. El derecho de una literatura a reclamar atención resulta por ello más apremiante. La autonomía de cada escritor, naturalmente sólo dentro de las fronteras nacionales, se preserva mejor. La falta de modelos nacionales irresistibles mantiene apartados de la literatura a los totalmente incapacitados. Pero ni siquiera unas facultades escasas bastarían para que alguien se dejase influir por las borrosas características de los escritores más relevantes, o para introducir los resultados de literaturas extranjeras, o para imitar esta literatura extranjera una vez que ya está introducida, lo que podemos comprobar, por ejemplo, dentro de una literatura rica en grandes talentos como la alemana, donde los malos escritores se atienen en sus imitaciones a lo que hay en el propio país. La fuerza creadora y beneficiosa en las direcciones arriba apuntadas, de una literatura mala en sus aspectos individuales, se revela especialmente dinámica cuando se inicia el registro de escritores desaparecidos con un criterio histórico literario. Sus innegables repercusiones anteriores y actuales se convierten en algo tan evidente, que puede ser confundido con sus creaciones literarias. Se habla de estas últimas y se piensa en las primeras, e incluso se leen estas últimas y sólo se ven aquellas. Pero como estas repercusiones no se pueden olvidar, y als creaciones literarias no influyen de manera autónoma en el recuerdo, tampoco existe un olvido ni un nuevo recuerdo. La historia de la literatura ofrece un bloque inamovible y digno de confianza, al que poco pueden perjudicar los gustos del día.



La memoria de una nación pequeña no es menor que la de una nación grande, de ahí que se asimile más a fondo el material de que dispone. Sin duda dará ocupación a menos historiadores de la literatura, pero la literatura no es tanto un asunto de la historia literaria como un asunto del pueblo, y por esta razón, se conservará  de un modo, si no tan puro, mucho más seguro. Porque las exigencias que la consciencia nacional, dentro de un pueblo pequeño, plantea al individuo, traen consigo que cada uno deba estar siempre dispuesto a conocer la parte de la literatura que ha caído en sus manos, a conservarla y a defenderla en cualquier caso, aunque no la conozca ni la conserve.

Los viejos textos escritos reciben muchas interpretaciones, las cuales, frente al endeble material, proceden con una energía sólo amortiguada por el temor a la posibilidad de penetrar demasiado fácilmente hasta el fin, así como por el respeto que todo el mundo ha acordado conceder a dichos textos. Todo se produce del modo más honesto, sólo que se trabaja dentro de una turbación que no se resuelve nunca, que no admite fatiga y que se propaga a muchas millas de distancia por el simple gesto de una mano hábil.

Pero después de todo, esta turbación no sólo supone el impedimento de la visión panorámica, sino también el de la visión de los detalles, con lo que se traza una raya a través de todas estas observaciones.

Al faltar la cohesión de las personas, falla también la cohesión de las acciones literarias. (Un único asunto es hundido hacia las profundidades para poder observarlo desde las alturas, o es lanzado hacia las alturas para poder afirmarse uno mismo a su lado. Erróneo.) Aunque a menudo el asunto concreto sea examinado a fondo y con calma, no por ello se llega a los límites donde entra en conexión con asuntos afines; mucho más fácil es alcanzar el límite en la política, e incluso se aspira a ver este límite antes de que se presente, y a descubrir por doquier estos límites restringidos.  La estrechez del espacio, y además el respeto por la sencillez y la homogeneidad, y finalmente la consideración de que, a causa de la autonomía interna de la literatura, es inofensiva su conexión externa con la política, conducen a que la literatura se extienda por el país en virtud de lo que se aferra a consignas políticas.
Existe por lo general la complacencia en el tratamiento literario de pequeños temas, que sólo pueden tener la magnitud suficiente para que pueda consumirse en ellos un pequeño entusiasmo, y que poseen unas perspectivas y unos respaldos polémicos. Insultos pensados como algo literario van circulando de un lado a otro; que, dentro de las grandes literaturas, se produce en la parte más baja y constituye un sótano del cual se podría prescindir en el edificio, ocurre aquí a plena luz; lo que allí provoca una concurrencia esporádica de opiniones, aquí plantea nada menos que la decisión sobre la vida y la muerte de todos.



Esquema sobre las características de las pequeñas literaturas

Repercusión, en el buen sentido, sobre todos los sectores y en todos los casos. Aquí los efectos son incluso mejores sobre los individuos.

1.Vitalidad
A)Polémica
B)Escuelas
C)Publicaciones periódicas

2.Falta de coacción
A)Falta de principios
B)Pequeños temas
C)Fácil formación de símbolos
D)Eliminación de los ineptos

3.Popularidad
A)Conexión con la política
B)Historia de la literatura
C)Fe en la literatura; se le confía la instauración de sus propias leyes.

Es difícil cambiar las propias opiniones cuando se ha sentido esta vida útil y gozosa en todos los miembros. 

martes, 17 de marzo de 2015

Los días de la crítica (1)



Desde agosto de 2012 hasta octubre de 2014 estuve escribiendo para un periódico regional (sí, dirán muchos, ya cualquiera puede tener una columna de opinión, pero en mi favor debo decir que tampoco me pagaban, así que era una cuestión más personal que otra cosa) y bueno, esa fue una de las razones por las que estuve ausente de este blog. Ahí me entretuve teniendo discusiones de todo un poco, equivocándome, saliendo avante, retrocediendo y bueno, queriendo ofrecer mi punto de vista sobre varios temas que me entretenían o me parecían importantes de llevar. Todo ello bajo aquel entendido— sobre el que alguna vez escribió de forma excelsa David Osorio—  de que las ideas ni las opiniones deben ser respetadas. En tal sentido, me fui contra otros colegas cuando observé que daban opiniones con las que no estaba de acuerdo y de igual forma acepté palo por mis opiniones, haciendo la aclaración que si las críticas que me hacían llevaban a una discusión interesante respondía y si no no. 

Por ejemplo, una vez hice un par de denuncias contra ciertas personas de mi universidad y una de las respuestas (que me pasó un amigo) fue de un personaje que en una de esas páginas de Facebook de memes empezó a insultarme, que ofendí su magnánima universidad tan querida y grande (a pesar que sólo la conocen en su ciudad de operación) y empezó atacarme, no rebatiendo lo escrito por mí, sino llamándome "maricón" e incitando a su cúmulo de "seguidores" (de la página de Facebook quiero decir) para que me insultaran y realizaran un linchamiento mediático conmigo. Bueno, una vez vi ese llamado a armas, simplemente hice caso omiso del personaje, de su página web y seguí mi vida  porque esa es la clase de personas con las que no vale discutir. Sólo ofrecen pérdida de tiempo que se hace tan corto y se va tan rápido (además de que otras personas que sí toqué con lo que escribí, me enviaron amenazas de verdad sobre las que no voy a hablar porque ya dejé ese tema en el pasado, al igual que cualquier tipo de sentido de pertenencia que hubiese sentido por la universidad en la que pasé el pregrado).

Pero por ejemplo, también, una vez discutí con un colega que también escribía en el periódico que proponía adoptar la lectura de la Biblia antes de las sesiones de los concejos municipales y tuvimos una discusión (yo oponiéndome por razones que en mi opinión, tenían más peso que las de él) que llevó a varias conclusiones interesantes. Bueno. El caso. Varias de las columnas subidas en la web, se perdieron por culpa de los distintos cambios de servidor que tuvieron allá en el periódico (aunque quedan las copias en papel, que afortunadamente nadie leerá y dejarán todos mis errores—a veces horrores— de novato y de redacción en el olvido). 

Voy entonces a traer varias de aquellas columnas (no todas, porque hay unas que verdaderamente merecen el olvido) sólo para no dejar perderlas y para retomar cuando pueda esos temas, que de una u otra manera siento que voy a tener que seguir tocando porque son situaciones que se van a seguir dando o temas que van y vienen. Voy a intervenir de vez en cuando para hacer comentarios sobre algo que escribió el yo de aquellos días y bueno, no sé la razón exacta por la cual hago esto. Sólo lo hago.

¡Ah y last but not least! Las fechas que voy a ponerle a los textos, son las de la última modificación en Word.

Sobre Bogotá Góspel y la ruptura de la neutralidad del Estado en materia religiosa 
14/08/2012 
El primer fin de semana de agosto de este año se celebró en el parque Simón Bolívar la quinta versión del Festival Bogotá Góspel, trayendo de nuevo a la escena, aquel viejo debate sobre la separación de la Iglesia y Estado.
Todo esto gracias a un grupo de manifestantes que con pancartas como “ESTADO, NINGÚN PESO DE MI BOLSILLO PARA PROMOVER NINGÚN CULTO” y “¿LES GUSTARÍA QUE DE SUS BOLSILLOS SE PAGARA UN CONCIERTO DE MÚSICA PAGANA?” hicieron presencia en el lugar para dejar su voz de protesta por el financiamiento con recursos del Distrito del festival Bogotá Góspel, cuya finalidad (según el Proyecto de Acuerdo No. 516 de 2008) es la de promover los “valores morales y cristianos en la sociedad”. Como resultado de aquel acto de desobediencia civil, los manifestantes fueron agredidos por algunos fanáticos cristianos e incluso por miembros de la fuerza pública presentes en el lugar, sin que fueran escuchadas sus críticas sobre el financiamiento de ese festival con dineros del Distrito.  Al respecto hay que decir que Colombia (como ya lo ha dicho la Corte Constitucional en sentencias como la C 817/11) es un estado laico, secular, no vinculado a ningún credo en particular, en el cual se respeta y permite la práctica religiosa de los ciudadanos por hacer parte de la autonomía de los individuos. Como consecuencia de ello, el Estado debe ser neutral en temas religiosos (sin importar si determinado culto alberga una gigantesca cantidad de fieles), puesto que de no ser así, se atentaría contra el pluralismo religioso consagrado en el artículo 19 de la Carta Política al colocar en una posición de desventaja a las demás religiones que no son promovidas con igual ahínco.El deber de neutralidad (según la Corte Constitucional en la sentencia ya citada) en materia religiosa por parte del Estado, le prohíbe a sus órganos y autoridades (como representantes del mismo) establecer una religión o iglesia oficial,  identificarse explicita o formalmente con una religión, realizar actos oficiales de adhesión (así sean simbólicos) a una creencia, religión o iglesia;  tomar decisiones o medidas que tengan una finalidad religiosa y adoptar políticas o desarrollar acciones cuyo impacto primordial real sea promover, beneficiar o perjudicar a una religión o iglesia en particular frente a otras igualmente libres ante la ley.Por ello es que considero que las protestas realizadas aquel día, en el parque Simón Bolívar, son fundadas, puesto que la institucionalización del evento Bogotá Gospel y su respectivo financiamiento con dineros públicos es contrario a la constitución y rompe flagrantemente con la neutralidad en materia religiosa con la que debe actuar el Estado por medio de sus funcionarios, al promover (y me permito citar de nuevo el texto del acuerdo) “valores morales y cristianos en la sociedad”, en detrimento de los de otras religiones. Y no me malinterpreten, no estoy en contra de que los cristianos hagan un festival con el cual busquen impulsar los valores y dogmas de su culto, ya que si lo quieren hacer, pueden hacerlo. Me opongo es a que este tipo de eventos se hagan con recursos y apoyo del Estado, por los motivos anteriormente expuestos y porque estoy completamente seguro que si el Estado (llámese distrito, municipio o departamento)  realizara un evento para promover los valores de la cienciología (por ejemplo), esos mismos cristianos que rompieron carteles saldrían a las calles a protestar por ello y tendrían toda la razón para hacerlo.

Esta fue la segunda columna que escribí y debo decir que uno de los grandes problemas que tuve de entrada es que no sabía sintetizar bien. Estaba acostumbrado a escribir sin limitaciones de espacio y de un momento a otro, me encontré con que sólo contaba con 600 palabras. Por ello, da la impresión de que aquello que escribí es un retazo de recortes. También, el título estaba larguísimo y no invitaba a nada. Lo peor es que en el periódico terminó llamándose  Sobre Bogotá Góspel y la ruptura en materia religiosa, con lo cual se perdió un poco lo que quería decir. Lo importante es que al  menos el recuento de los hechos desde este lado del espectro no se quedó en simples blogs, sino se pudo (al menos) llegar a un medio de comunicación tradicional (así fuese más chiquito que varios de esos blogs). A pesar de que una columna no va a cambiar la opinión de una persona ni tampoco es más importante que la parte de las noticias, en algo ayudará creo.

El tema de Bogotá Góspel lo retomaría casi un año después a raíz de una pequeña decisión favorable que se dio en contra de aquel festival cristiano, pero que ya fue echado para atrás hace poco tiempo. Bueno, aquella lucha hay que seguir dándola porque no es posible que se utilicen recursos públicos de un Estado laico para promover un culto religioso.

Una pequeña victoria para el Estado laico


22/07/2013 
En una de mis primeras columnas esgrimí mi inconformidad por el financiamiento — con dineros públicos— de “Bogotá Gospel”, puesto que sufragar un festival estrictamente cristiano (o en otras palabras, beneficiar a una secta o religión) con recursos provenientes del erario, rompía indiscutiblemente la neutralidad del Estado en materia religiosa (véase sentencia C-766 de 2010).
Por tal razón, fui de los que celebró que el gobierno del alcalde Petro pusiera orden a esta situación anticonstitucional, cortándole el apoyo pecuniario al evento (acto que como ya sabemos, está prohibido en nuestro país laico). Sin embargo, al observar las declaraciones victimistas de la concejal y pastora Clara Lucía Sandoval, y del pastor y concejal de la familia (no puedo evitar relacionar ese remoquete con un guiño al Padrino) Marco Fidel Ramírez, en las que inventaron una persecución en su contra y posaron como discriminados, me pareció pertinente intervenir.
Durante más de cien años,  nuestros abuelos y padres padecieron el Estado confesional levantado por la Constitución Política de Colombia de 1886. En virtud de ella, se “proclamó la religión católica como elemento esencial dentro del orden social y la responsabilidad del Estado de proteger la Iglesia” y se dejó en las manos de la Iglesia la educación pública.Un hijo de esa política de Estado fue el Decreto 820 de 1902, que conllevó no sólo a que se le “consagrara” el país al corazón de Jesús, sino también a que se destinaran dineros públicos a la construcción de la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús.
Sin embargo, con la Constitución de 1991 se implantó un modelo pluralista, en el cual las religiones no tendrían ningún privilegio que las llevara a implantar el dogma, la intolerancia y la persecución contra el que pensara diferente. Esto nos lleva al tema de la discriminación: si el Distrito financiara el evento cristiano Bogotá Gospel, sí ejercería un acto de discriminación en contra delas demás religiones, puesto que violaría el precepto constitucional a la igualdad, en virtud del cual “todas las personas gozarán de los mismos derechos, libertades y oportunidades, sin que contra ellas pueda producirse ninguna discriminación, por razones de religión”.
Lo anterior según lo explica la Procuraduría (de otros tiempos) en la sentencia C-350 de 1994 “significa que cada una de ellas, y cada iglesia a la cual pertenezcan, cuentan con la garantía constitucional consistente en que su respectiva fe, es tan valiosa para el Estado”. Esto quiere decir que en lugar de discriminar a los pastorcitos (que sí discriminan con sus políticas y declaraciones excluyentes de minorías como la comunidad LGTBI), el hecho de no financiar el evento les permite estar en un ámbito de igualdad con las demás religiones del país (que según cifras del Ministerio del Interior, a este año, existen 850), ya que de hacerlo estaría promoviendo la (secta, iglesia o como quieran) cristiana y los estaría beneficiando por encima de otras religiones, acto, que ocurrir a favor de otra religión (piénsese Bogotá Cienciologa) los llevaría a implantar pancartas en frente del Mininterior.

Como en aquella columna, yo intervendría en varias ocasiones emitiendo opiniones a favor del estado laico, que más que una creencia personal, es una regla de derecho de orden constitucional. Así, después de ver un artículo de opinión en el que alguien (no recuerdo quien) señaló un evento en que uno de esos sinuosos pastores hizo una serie de comentarios tontos en los que estaba a favor de la explotación del oro del páramo de Santurbán, porque la biblia lo decía, me le fui con toda, porque considero que el medio ambiente no es algo que debamos tomarnos a la ligera con un libro de ficción en la mano. Además, fue una de las últimas veces que me disculparía con alguien a quien pudiese afectar, puesto que un par de columnas después, recibiría una horda de insultos por parte de otros personajes (diferentes de los religiosos) que me recordarían que cualquier cosa que uno escriba siempre va a ofender a otra persona y por eso, lo importante no es si uno ofende o no a nadie, sino si uno ofrece buenos argumentos para enriquecer un debate.
De ambientalistas satánicos y mineros santos 
04/06/2013 

Pido disculpas de antemano si hiero la sensibilidad de alguien. Si usted querido lector, tiene unas arraigadas (que rayan con lo dogmático) creencias religiosas, lo invito a que no lea esta columna y pase a la de cualquiera de mis colegas de página que tendrán muchas cosas interesantes que decirle.
La semana pasada, me enteré por medio de El Espectador  de un evento organizado por la secta Casa sobre la Roca, en el cual, el pastor Luis Enrique Cerón (al cual se le deberían elevar los diezmos por su “incansable” labor) esgrimió “Dios creó la minería y Santander la desprecia”. Un argumento demasiado válido y científicamente comprobado, que no debe confundirse con otros muy parecidos como “Dios creó la marihuana y el mundo la desprecia” o “Dios creó la cocaína y Colombia la repudia”.
La labor de este incansable pastor es de suma importancia, porque después de tanto tiempo, alguien le hace verdadero frente a esos satánicos y diabólicos ambientalistas, que basados en documentos técnicos como “Minería en Colombia, Fundamentos para superar el modelo extractivista” (elaborado por la Contraloría General de la República) dicen herejías como que los efectos ambientales producto del modelo extractivista son serios, evidentes e irreversibles por cuanto “ la generación de grandes cantidades de residuos, la desaparición y contaminación de las aguas y del aire, la pérdida del suelo y de la biodiversidad, son sólo algunos de los costos ambientales que representa la minería a gran escala” . Es decir, mentiras producto de la supina ignorancia de las sagradas escrituras, que valen más que cualquier documento diabólico, técnico y científico. ¡Aleluya!
También es menester tener en cuenta las palabras del cristiano Joao Carrelo (presidente de Eco Oro) para quien el oro es bueno porque un versículo del génesis lo dice. En tal sentido, les pido que no confundan este argumento con otros parecidos como: “ya que en génesis 1 : 1 - 12, Dios vio que el fruto de los arboles es bueno, la marihuana también es buena”.    
Con todo ello lo que quiero decirles es que si los promotores de la minería quieren que los tomemos en serio, nos deben tomar primero a los ciudadanos en serio (porque al momento de escribir esta columna, no soy capaz de leer los argumentos de ellos sin reírme y sentirme insultado). Los que protestan por la posible explotación aurífera no lo hacen por amor a la oposición, sino porque observan atónitos como el Gobierno Nacional y las entidades territoriales del lugar en el que viven, reparten licencias ambientales como si fueran lechona en tiempos de campaña, haciendo caso omiso de los riesgos ambientales que afectarían a futuro su calidad de vida.
Llevar temas ambientales y técnicos al plano religioso, tiene consecuencias patibularias, como el hecho de que se banalice el tema y termine en un rifi y rafe maniqueísta en donde no se discute con verdaderos argumentos, sino con pasajes literarios basados en la ficción, que no aplican en el caso concreto.
Por todo ello, si alguna iglesia o secta quiere organizar un “foro” sobre minería y daños ambientales, lo puede hacer. Sin embargo, no nos pidan que los tomemos en serio si nos vienen a convencer de que algo es bueno “porque la biblia lo dice”, sobre todo, si ese algo “bueno” tiene riesgos descubiertos a través del método científico y de la investigación, no de la ficción literaria.

Aquella defensa continuaría como en los dos rounds que mencioné al principio de este artículo:
De la Biblia y otros demonios 
25/11/2013 

Leí con interés su columna del sábado titulada “a propósito de la Bibliocracia”, puesto que contiene una tesis con la que no puedo estar de ninguna manera de acuerdo, ya que al igual que muchos comentaristas soy opositor beligerante de esos políticos que intentan meternos de forma arbitraria su religión y su fanática visión de la moral, como si fuera la única verdadera. En tal sentido rechazo categóricamente la arbitraria exigencia de leer la Biblia antes de los debates del Concejo de Santa Marta y la anticonstitucional imposición del “mes de la Biblia” en Cartagena.
Y no lo hago por moda ni para posar de intelectual, sino porque creo en primer lugar, que si bien la doctrina cristiana ha sido históricamente un bastión de la cultura colombiana, este hecho en lugar de haber sido beneficioso para nuestro Estado, lo ha perjudicado. No es sino recordar que durante finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX, la Iglesia Católica se encargó con su influencia de recibir prebendas por parte del Estado, de satanizar y perseguir a todo pensamiento contrario a su dogma, de reducir los derechos civiles del pueblo colombiano (en especial de las mujeres) y muchas otras actuaciones reprochables que se encuentran recogidas en los libros de historia. 
En segundo lugar, la Corte Constitucional dictaminó contundentemente que estamos en un Estado secular, pluralista, en el que ninguna religión puede tener privilegios por parte del Estado, ni tampoco puede imponer sus dogmas con el beneplácito de los funcionarios públicos. Todo ello con el ánimo de que los ciudadanos puedan “gozar de los mismos derechos, libertades y oportunidades, sin que contra ellas pueda producirse ninguna discriminación, por razones de religión” o en otras palabras, para que las religiones puedan operar con igualdad de condiciones y no contaminen el Estado con su intolerancia e intransigencia que se puede observar —por ejemplo— en las declaraciones del réprobo concejal Marco Fidel Ramírez y su abominable persecución a los que piensan diferente a él.
Adicional a lo anterior, he de recordar que la Biblia no es de ninguna manera un libro sagrado, sino humano (tal como lo expone Asimov en su portentosa y gigantesca Guía de la biblia), que en palabras de Einstein puede ser entendida como “una colección de leyendas honorables, pero aún primitivas que son no obstante bastante infantiles”. Porque sí, al igual que el Corán,  Las mil y una noches o el Popol Vuh, la Biblia es un bello libro literario de mitos, poemas y leyendas, que de ninguna manera puede ser entendido como norma legal vigente (a menos que queramos un orden arbitrario y fanático como el que existe en medio oriente).
Además, concuerdo con usted en que si consideráramos los pasajes bíblicos como fuente de moral, nuestra sociedad sería muy diferente, porque es menester recordar que en el texto “sagrado” se acepta la esclavitud (Levítico 25:44), se trata a la mujer como cosa (Deuteronomio 21:11-14), se permiten las violaciones (Genesis 22: 23-30) y se mencionan otro sinnúmero de vejámenes.   
Todo ello me lleva a pensar en que tiene razón en decir que no vivimos en una “Bibliocracia”, porque la cosa es mucho peor: estamos en una sociedad liberal que ciertos fanáticos-religiosos quieren llevar a un fundamentalismo en el que se eliminen varias de nuestras libertades individuales, se persiga a todo aquel que piense diferente y se nos obligue a leer y escuchar, un texto que varios no queremos ni leer ni escuchar.

Ahí vendría la respuesta del colega donde ofrecería sus argumentos que quise rebatir la semana siguiente.

 En defensa del laicismo 
02/12/2013 

En primer lugar, mi afirmación sobre la existencia del Estado laico, lejos de ser una cavilación escrita en el frío solitario del otoño apaciguándose, ¡es una realidad! En la sentencia C-817 de 2011 (por tomar una de las tantas otras que existen como la C- 1175 de 2004 o la C- 766 de 2010) se señala que “el Estado Constitucional colombiano acepta que la práctica del culto hace parte de las libertades individuales, pero a su vez, merced de la norma constitucional que proscribe tratos preferentes a un credo particular, no puede servirse de ese reconocimiento para vincular el poder público a determinadas expresiones de culto, con el único argumento de la importancia de esa práctica religiosa”. También que “…el carácter más extendido de una determinada religión no implica que ésta pueda recibir un tratamiento privilegiado de parte del Estado, por cuanto la Constitución de 1991 ha conferido igual valor jurídico a todas las confesiones religiosas, independientemente de la cantidad de creyentes que éstas tengan. Se trata de una igualdad de derecho, o igualdad por nivelación o equiparación, con el fin de preservar el pluralismo y proteger a las minorías religiosas”.
Esto lleva a que el Estado deba mantener un deber de neutralidad que “conlleva la prohibición estatal de alentar u otorgar un trato más beneficioso o desfavorable, a un credo en específico, fundado en esa misma condición”, lo que quiere decir que los funcionarios públicos (como representantes del Estado) tienen prohibido “identificarse formal y explícitamente con una iglesia o religión o (iii) realizar actos oficiales de adhesión, así sean simbólicos, a una creencia, religión o iglesia.”. Por ello, al ser la Biblia una recopilación de los libros canónicos del judaísmo y del cristianismo (¿le suena la encíclica Providentissimus Deus del papa León XIII?), su lectura en recintos estatales por funcionarios del Estado es un acto contrario a nuestra Constitución.
Frente al tema de la Biblia como guía moral de la sociedad, me permito recordar que ésta es ante todo un libro con poemas, narraciones, apólogos y en general historias que se encuentran contaminadas de la moral de otra época y las condiciones socio-humanísticas que eran aceptadas por la sociedad del respectivo escribiente (sí, porque ese cuento de la intervención divina es una elucubración fantástica que hasta el momento, nadie ha probado). Es por ello que debe leerse con sentido crítico y escéptico para que no se llegue al punto de tolerar ciegamente la violación (errata: no era Génesis sino Deuteronomio y los versículos son el 27 y el 28), el tratamiento de la mujer como cosa (1 Corintios 14:34 -35 y muchísimos más pasajes bíblicos que existen a pesar de su incertidumbre) y la persecución de minorías como los homosexuales. Si parece que esto es una obviedad y que los religiosos lo tienen claro, no es sino mirar a los Estados confesionales de medio oriente, para poder enterarnos de lo que ocurre cuando se practica fanáticamente los preceptos del libro “sagrado”. O no vayamos tan lejos, no es sino mirar al concejalillo de Bogotá Marco Fidel Ramírez. 
Por lo anterior, comparto su invitación a la lectura de la Biblia, pero en el espacio privado de cada funcionario público y no en los recintos de propiedad estatal en donde se debe obedecer a una neutralidad en materia religiosa.
Por último, también comparto como humanista su rechazo a las persecuciones fundadas en motivos bíblicos, como no bíblicos.